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Actualizado: 19 de junio de 2025
Después de su vuelta á España Don Jaime, recuperadas algunas fuerzas de sus Reinos, renunció el de Sicilia á la Iglesia, temiendo que las armas Castellanas, Francesas y Eclesiásticas á un mismo tiempo no le acometiesen, y persuadido de su madre Gostanza, que como mujer de singular santidad, quiso más que su hijo perdiese el Reino, que alargar más tiempo el reconciliarse con la Iglesia.
El del café no pudo resistir al encanto de tanta elocuencia, levantóse de su trípode y le abrazó. Al alargar sus manos con entusiasmo, una botella cayó y fué rodando hasta dar un golpe á Robespierre, el cual, despertando súbitamente, dió un atroz maullido y fué á buscar regiones más tranquilas en lo alto del armario de los bizcochos.
Ella hizo un movimiento como para alargar la mano; pero de repente se echó hacía atrás esquivando el cuerpo y diciendo rapidísimamente: Quitesusté pa un lao que viene el coche con la señora... y en voz baja, muy baja, añadió : Agur, hasta otro día, cuando me vea usted sola. Don Juan, iluminado de súbita inspiración, repuso también muy aprisa: Aquí mismo, a esta hora, la primera tarde que llueva.
Luego, desnudando la hoja despaciosamente, y clavando los ojos en la arábiga inscripción que el hierro tenía, púsose a temblar con todo su cuerpo, como quien ve levantarse ante sí pavoroso fantasma. El lacayo volvió, y quedose alzando la antepuerta. La madre no tuvo más tiempo que el de alargar el arma a su hijo y echar sobre las ascuas algunos granos de incienso que sacó de su escarcela.
Imposible es que la oración dé consuelo, el sol alegría, ni el tiempo olvido, á la que no conmovió la inocencia del niño, que en vez de encontrar los amantes brazos que le dan vida y calor, solo halló, al alargar sus manitas, el frío hierro de la reja del refugio, ó sintió sobre su sonrosada faz el duro viento que se estrella contra las macizas puertas del templo, ante cuyo dintel lo abandonó el crimen para que lo recoja la caridad.
Y así aprendió Nieves a andar sola por aquellas alturas, y a alargar los paseos, tan descuidada y contenta, hasta cerca del pinar, por una parte, y hasta el Miradorio y aun hasta el muelle por otra, con la sombrilla al hombro y el libro o los avíos de dibujar en la mano, durante las primeras horas de la mañana.
¡Hija, ten un poco de educación! añadió por lo bajo ásperamente, tratando al mismo tiempo de alargar la mano con disimulo para darle un pellizco corroborante. Presentación separó las piernas instantáneamente y soltó una carcajada que puso más nerviosa y más arrebatada a su mamá. Vivían ambas en constante guerra. Sus genios eran igualmente vivos.
Perico se enojaba de ver a su hermana echando en saco roto las advertencias del doctor, cosa que podía alargar la cura, y por ende la estancia en Vichy, pero no era capaz de vigilarla y de atender a que cumpliese las órdenes recibidas.
La aurora, que sólo tenía apoyado uno de sus rosados dedos en aquel rincón del orbe, se atrevió a alargar toda la manecita, y un resplandor alegre, puro, bañó las rocas pizarrosas, haciéndolas rebrillar cual bruñida plancha de acero, y entró en el cuarto del capellán, comiéndose la luz amarilla de los cirios.
Se limitó a decir algunas palabras corteses a cada una de las dos hermanas, sin acercarse demasiado a ellas, y sobre todo, sin incurrir en la insolente ordinariez, en que ahora incurren con frecuencia los hombres, de alargar la mano a las señoras apenas las conocen, obligándolas a que los desairen o a venir de buenas a primeras a términos de amistosa confianza.
Palabra del Dia
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