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Actualizado: 27 de junio de 2025


Habíala hecho Dios generosa, eso ; y si algo poseía, y encontraba personas más necesitadas que ella, le faltaba tiempo para desprenderse de todo... y tan contenta. No se dieron por convencidos los miserables, dejados de la mano de Dios, y alargando las suyas escuálidas, con afligidas voces pedían a Benina de Casia que les socorriese.

Todo lo revisaba, lo examinaba por dentro y por fuera; hojeó las novelas, levantó de las botellas las cebollas de jacintos para ver las raíces, abrió el estuche de los tornillos de diamantes americanos, revolvió la caja y los sobres de papel timbrado; y como en el momento de estar sobando el papel echase de ver el tintero y la pluma, tomó esta y trazó sobre un plieguecillo, con no pocos esfuerzos, alargando el hocico y haciendo violentas contorsiones con el codo y la muñeca, estas palabras: Mariano Rufete, alias Pecado.

El dueño de la casa le contempló todavía unos instantes. Luego sacó del bolsillo una llave, abrió un cajón de la mesa, sacó unas monedas de oro y, alargando la mano, las depositó silenciosamente en la del sacerdote. Dios se lo pague a usted, señor dijo éste. No había más remedio que retirarse. D. Álvaro no decía una palabra ni le invitaba a sentarse.

Al pasar dijo el ciego, alargando su mano que mostraba una piedra he cogido este pedazo de caliza cristalizada; ¿sostendrá usted que estos cristalitos que mi tacto halla tan bien cortados, tan finos, y tan bien pegados los unos a los otros no son una cosa muy bella? Al menos a me lo parece. Diciéndolo, desmenuzaba los cristales.

Ya mi tío estaba tal, que alargando la mano y asiendo una, dijo con la voz algo áspera y ronca, el un ojo medio acosado y el otro nadando en mosto : "Sobrino, por este pan de Dios, que crió a su imagen y semejanza, que no he comido en mi vida mejor carne tinta."

Ya mi tío estaba tal, que alargando la mano y asiendo una, dijo con la voz algo áspera y ronca, el un ojo medio acostado y el otro nadando en mosto: -Sobrino, por este pan de Dios que crió a su imagen y semejanza, que no he comido en mi vida mejor carne tinta.

«Cierto que te he consolado; cierto que me has pagado; pero no lo hay. Ya sabes que aquí murió el fiar... Pues ; que están unos tiempos divinos... Pero di, quimerilla, ese hombre, ese hombre, ¿en qué piensa que no te da...? Lea usted replicó Isidora alargando la carta con un gesto y tono que se usan mucho en los dramas. ¡Oh!, no; ya sabes que me estorba lo negro.

Una mosca paseaba por sus bordes, alargando de cuando en cuando la sutil trompilla, haciendo vibrar, al cruzarlas con las patas traseras, las pardas y transparentes alas.

Las cestas se abrieron y Celipín oyó estas palabras: Celipín, esta noche que te traigo un buen regalo; mira. Celipín no podía distinguir nada; pero alargando su mano tomó de la de María dos duros como dos soles, de cuya autenticidad se cercioró por el tacto, ya que por la vista difícilmente podía hacerlo, quedándose pasmado y mudo.

No fue posible arrancarla una sola palabra; y cuando el religioso que la acompañaba señaló la cruz verde cubierta por el velo sombrío, ella volvió su rostro alargando el brazo derecho con un gesto de abominación. Entonces espantoso bramido, semejante a la explosión de una mina, estalló a la vez en todo el Zocodover. Oíanse vociferaciones brutales e inmundas.

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