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Actualizado: 20 de septiembre de 2025
Todo esto era porque las tierras y las personas estaban más en alto, más cerca de las buenas regiones del aire, en las laderas de aquel pezón gigantesco que alteraba la redondez del hemisferio austral. Y la hipótesis del Paraíso, cabeza de la tierra, situado en el noble Austro, se convertía en certidumbre para el Almirante.
Puede juzgarse de ello por la embriaguez, por los conmovedores festejos á que se entregaron en aquella tierra con ocasión de inaugurarse el telégrafo submarino que enlaza ambas playas, prometiendo el diálogo y la réplica en algunos minutos, de suerte que los dos mundos no tengan más que un solo pensamiento. Maury ha demostrado con verdadero genio la armonía del aire y del agua.
Lo mismo que en las óperas dijo Julio siguiendo los últimos sonidos del coro invisible, que se perdía... se perdía, devorado por la distancia y la respiración nocturna. Tchernoff siguió bebiendo, pero con aire distraído, fijos los ojos en la niebla rojiza que flotaba sobre los tejados.
Madame Récamier, a quien dicen que me parezco, me he dispensado una acogida excelente; he asistido en su casa a una lectura que ha dado M. de Chateaubriand, quien ha leído una tragedia titulada «Moisés»; la figura de este grande hombre me ha impresionado más que sus versos: tiene el aire majestuoso de un rey en medio de su corte.
Vagué aquella noche por la ciudad, y cuando el silencio invadió la población, yo no sé cómo, me encontraba aún delante de los tres balcones de la casa de Valentina en muda contemplación, levantando castillos de España sobre esos andamios gigantescos que sólo los diecisiete años tienen privilegios para apoyar en el aire.
Segundo: una infinidad de canciones a la italiana, a cual más detestables. Tercero: un aire de taco, un gesto de ¿qué se me da a mí?, una desenvoltura, un sans-faon, capaz de rallar las tripas a todos los habitantes de Villamar, cuyas desgraciadas orejas y más desgraciadas mandíbulas conservaron largo tiempo deplorables testimonios de aquellas nuevas adquisiciones.
Los que sentían sed, pasaban del calor asfixiante de la gañanía a la frialdad de la noche, y se atracaban de un agua que parecía hielo líquido, mientras el viento les hería las sudorosas espaldas. Al trasponer la puerta, Salvatierra sintió en sus pulmones la rareza del aire, al mismo tiempo que hería su olfato un hedor de lana húmeda, aceite rancio, barro y carne aglomerada y viscosa.
Andando, andando, hijo, se llega de una parte del mundo a otra, y si por un lado sacamos el provecho de tomar el aire y de ver cosas nuevas, por otro sacamos la certeza de que todo es lo mismo, y que las partes del mundo son, un suponer, como el mundo en junto; quiere decirse, que en donde quiera que vivan los hombres, o verbigracia, mujeres, habrá ingratitud, egoísmo, y unos que manden a los otros y les cojan la voluntad.
A la sombra de los altos plátanos funcionaban las peluquerías de la gente huertana, los barberos de «cara al sol». Un par de sillones con asiento de esparto y brazos pulidos por el uso, un anafe en el que hervía el puchero del agua, los paños de dudoso color y unas navajas melladas, que arañaban el duro cutis de los parroquianos con rascones espeluznantes, constituían toda la fortuna de estos establecimientos al aire libre.
No sólo había perdido grandemente en el aspecto general de su persona, en su aire distinguido y decoroso, sino que su misma hermosura había padecido bastante, a causa del decaimiento general, y más aún del chirlo que tenía en la mandíbula inferior, bajo la oreja izquierda. Estaba ella planchando unas chambras, y la ligereza de su vestido permitía ver sus bellas formas enflaquecidas.
Palabra del Dia
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