Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 10 de junio de 2025
Martin Alfon y los vecinos de Córdoba y su tierra y las villas de dicho D. Alfon, cada y cuando les parece á todos ó cualesquiera de ellos entran seguros en la dicha villa de Montemayor y pasan seguros por ella, como sucedió el dia 25 de julio del presente año de 72 cuando el jurado Ahumada, vecino de Córdoba, entró en la referida villa de parte de dicha ciudad á requerir al alcaide que le entregase ciertos presos, pues que entre ellos habia paz, quien habia respondido que no los tenia ni sabia de ellos, y si los tuviera se los entregára: de lo que resultaba ser frívola la apelacion.» «Y siendo como era notorio que en el lugar de Cañete el dicho D. Alfon arrendó á los almojarifes y vecinos de Córdoba todas sus rentas de dicho lugar, incluyendo en ellas las rentas de los diezmos de menudo, vino y aceite, de lo que resultaba estar excomulgado el dicho D. Alfon por la Bula Paulina y Estatuto del antecesor de dicho señor obispo, que lo fué el Illmo.
En la pendiente de la colina, un campanario, ennegrecido por un incendio, eleva su torre ahumada entre algunas casuchas groseramente agrupadas en anfiteatro, y en los confines de la llanura se ven algunas alquerías con sus huertos y algunas quintas de recreo.
Pensó que su hermano le iba a reclamar de golpe el préstamo. Vamos contestó en voz baja, dejando caer el hacha de las manos. Y ambos entraron en la casa y subieron, uno en pos de otro, la escalera ahumada que conducía a la sala. D. Jaime se sentó: Tomás quedó en pie.
La casa era como la de todos los paisanos, aun los mejor acomodados, pobre y fea: en el piso bajo estaba la cocina, con pavimento de piedra y escaño de madera ahumada: arriba había una salita con dos cuartos: en uno dormían Rosa y Ángela; en el otro, su padre; abajo, en un cuartucho, Rafael y el criado.
Encontraron al Mosco sentado en un pedrusco cercano a la venta. Quedaos por ahí dijo en voz baja . Entrad a tomar una copa, y no me habléis hasta que os llame. Los dos amigos se sentaron bajo un emparrado, a la puerta de la venta. Era una cabaña de techo bajo, ahumada por dentro, sin otros respiraderos que la puerta y dos ventanucos.
Entonces Gaspar Vela Núñez o Gonzalo de Ahumada, llegados recientemente del Perú, referían cosas de América: alimañas y frutos fabulosos, segundones miserables enriquecidos de súbito por algún tesoro enterrado, huacas repletas de joyas, victorias enormes en que la sangre enjabonaba los dedos y era preciso encordelar la espada y la pica para que no se escurriesen.
Callose un instante, y el niño, viéndola llevarse a los ojos el estrujado pañizuelo, soltó al punto la espada, y corriendo hacia ella, ¿Por esto lloráis? la preguntó. No, hijo mío repuso la madre, dominada por la congoja. Conduéleme una nueva triste por demás. Ya no volveremos a ver a la Madre Teresa de Ahumada... Entró en el gozo del Señor, como una santa, antiyer, en Alba de Tormes.
Al oeste, en el fondo del valle boscoso, hundido en la depresión de la doble sierra, el Paraná yacía, muerto a esa hora en su agua de cinc, esperando la caída de la tarde para revivir. La atmósfera, entonces, ligeramente ahumada hasta esa hora, se velaba al horizonte en denso vapor, tras el cual el sol, cayendo sobre el río, sosteníase asfixiado en perfecto círculo de sangre.
Palabra del Dia
Otros Mirando