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Actualizado: 2 de julio de 2025


La veía caer acechada, perseguida por él, atropellada por su loca pasión, y asistía a todo el horror de su vergüenza, a todas las horas atormentadas de su vida, hasta que ésta se extinguió en agonía trágica.

Tal parecía doña Guiomar, que todo encarecimiento sería poco para decir de qué manera ardían sus ojos amenazando muerte, manifestando congojas, diciendo desesperados cuanto la rabia, y el despecho, y el dolor, y la agonía, todo junto, y la soberbia, y el espanto, pueden decirse con el lenguaje de la mirada.

No dejaba yo de acudir a la misma fuente que ella en demanda de los mismos alientos; pero ahondaban mucho más las raíces de la vida en, mi naturaleza curtida de las intemperies del mundo, que en el organismo tierno y virginal de aquella criatura, y por eso no resultaban iguales en los dos los frutos de un mismo esfuerzo moral. De pronto se produjo un fenómeno en la agonía del enfermo.

Hundióse Roma; retembló su suelo; se escuchó el estertor de su agonía, y esparcieron sus restos funerales del Septentrión los recios vendavales.

Si hubieses llegado hasta aquí, si hubieses contemplado con refinada crueldad mi vergonzosa muerte, yo te juro que al tornar a casa no serían tan serenas tus miradas como lo son ahora, ni el beso de la hija o de la esposa te sabría tan dulce. Mi agonía te hubiera quitado el sosiego, te hubiera envenenado el alma por algunas horas.

De vez en cuando avanzaba hasta los bordes de la peña, y con las mandíbulas apretadas y los ojos centelleantes, miraba a Yégof sentado delante de una gran hoguera en la meseta de «El Encinar», en medio de una pandilla de cosacos. Desde la llegada de los alemanes al valle de Charmes el loco no había abandonado aquel puesto; parecía que estaba contemplando desde allí la agonía de sus víctimas.

Aquellos, grandes, azules, de mirada vaga, un poco alta, como lo es en medio del dolor la mirada de la esperanza; esta, pálida, caída por los extremos, con esa curvatura que indica el sufrimiento habitual y es el primer signo que estampa la agonía en los enfermos desahuciados y en los condenados a muerte.

Oyó rugidos de agonía, gritos, carreras precipitadas en el techo. Tal vez el obús, con su furia ciega, había despedazado á muchos de los moribundos que ocupaban los salones. Temió quedar enterrado en su refugio, y subió á saltos la escalera de los subterráneos. Al pasar por el piso bajo vió el cielo á través de los techos rotos.

He aquí lo que mi amigo me contó acerca de aquella muerte; esta relación está aumentada con las noticias que después adquirí, y que me facilitaron los parientes y los amigos que presenciaron aquella horrorosa y a la par dulce agonía de mi madre. Llena de impaciencia y de alegría, esperaba diariamente mi llegada.

Compadecido don Manuel, ablandó su voz para decirle efusivamente: Todavía estoy aquí yo, hijo. En la negra hora de su agonía le juré a tu madre ampararte, y he tratado de cumplir mi juramento. Te eduqué y te hice un hombre; dócil ha sido tu condición para que yo haya podido formar de ti un mozo tan noble y amable como para hijo le hubiera deseado.

Palabra del Dia

brahmatma

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