Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 27 de mayo de 2025
Seguía en un estado de agitación bien visible. D. Martín la embromó acerca de su falta de apetito. ¿Estaría por ventura enamorada? A pesar de su inclinación a la iglesia, él apostaba a que había de concluir apasionándose violentamente. De una sola ojeada conocía él los temperamentos destinados al amor.
Yo me precipito, pero todos salen también detrás mío, y Julio, Zoraida y yo la acorralamos a Camucha contra la baranda de la escalera para quitárselo. Ella se defiende y quiere entregárselo a Julio. Yo la abrazo a Carmen para hacérselo soltar, pero con la agitación y con el miedo, me faltan las fuerzas. Llamo a Juana, la sirvienta, en mi auxilio. Todos gritamos.
Eran las infames palabras que Velázquez acababa de pronunciar en presencia de la gente: «¡Me carga! ¡Me sofoca! ¡La he recogido en medio de la calle!...» No quiso entrar en la tienda en tal estado de agitación, por si había gente dentro: cruzó el paseo y se arrimó al pretil de la muralla.
Iba y venía sin darse cuenta de que se hundía hasta los tobillos en la nieve. No tenía conciencia de nada, a no ser de la agitación febril causada por su incertidumbre respecto a lo que pasaba en la choza y de la influencia que cada uno de los desenlaces tendría sobre su destino futuro. No; no estaba por completo sin conciencia de otra cosa más.
Por último, decidieron "que el general Paez se encargase del mando de los departamentos en tanto se verificara la instalacion del nuevo Congreso." No reinaba menos agitacion entre los granadinos.
Sus movimientos eran sueltos y graciosos, su sensibilidad tan afinada, que la menor agitación les hacía dar saltos enormes. Ulises pensó en la esclavitud que había impuesto la Naturaleza á estos animales dándoles su hermosa envoltura defensiva. Nacían acorazados, y el crecimiento les obligaba repetidas veces á cambiar de armadura.
Balbucía o ceceaba, y su soliloquio, en que se le escapaban voces articuladas, era de los que indican una gran agitación del alma. Algunas voces tenues y confusas que salían de sus labios, llegaron a mi oído y percibí con toda claridad estas dos palabras: «<i>Tengo miedo</i>».
Dando paseos por su estancia; despidiendo desabridamente á la curiosa Lucía, que asomó la rubia cabeza á la puerta, y preguntó, como de costumbre, qué había de nuevo, y lleno todo de agitación, esperó D. Fadrique más de hora y media. El fraile llegó al cabo; pero, antes de que abriese los labios, columbró D. Fadrique, en lo melancólico que venía, que era portador de malas nuevas.
«No debería haber dejado que mi hermana se fuese», me digo; y, dirigiendo a mi alrededor miradas desconsoladas, descubro a Lotario en la puerta, en vías de irse. Corro a él, le tomo las manos y le digo: No hay que escabullirse ahora. Después de toda esta agitación, vamos a beber juntos alguna cosa caliente. Consientes, ¿no es verdad?
A mi inquieta agitación sucede la tranquilidad del alma: por los sufrimientos de un momento, me he hecho más fuerte, más dispuesto, más feliz, y dirijo una mirada altiva sobre esa corriente rápida y obscura que un minuto antes miraba aterrorizado.
Palabra del Dia
Otros Mirando