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Actualizado: 23 de junio de 2025


En fin, ya era bastante tarde y aun estábamos hablando, cuando advertí que la humedad de la tarde no podía serle beneficiosa. Entonces entramos en las habitaciones, apoyada por una parte en mi y por otra en una joven a la que ama mucho y a la que siempre está elogiando.

De este modo las relaciones que se establecieron entre nosotras no podían ser puramente las de hermana a hermana; ella fue la protectora y yo la protegida, hasta que cambiamos nuestros papeles. Podía yo tener once años, cuando advertí por primera vez que Marta había cambiado singularmente de modales y de aspecto.

Al cabo de lo tres años advertí que las formas de mi idolatrada señorita se ensanchaban y redondeaban, completando la hermosura de su cuerpo: su rostro se puso más encendido, más lleno, más tibio; sus grandes ojos más vivos, si bien con la mirada menos errátil y voluble; su andar más reposado; sus movimientos no si más o menos ligeros, pero ciertamente distintos, aunque no podía entonces ni puedo ahora apreciar en qué consistía la diferencia.

Tomé de mi biblioteca cierto número de libros contemporáneos y procediendo poco más o menos como la posteridad procederá antes de acabarse el siglo, pedí a cada uno cuenta de sus títulos a la duración y sobre todo del derecho que tenían para llamarse útiles. Advertí que llenaban muy poco la primera condición que hace vivir una obra, eran muy poco necesarios.

Todo se acabó, cuando abrí los ojos y advertí mi pequeñez, asociada con la magnitud de los desastres a que había asistido. Pero ¡cosa singular!, despierto, sentí también cañonazos; sentí el espantoso rumor de la refriega, y gritos que anunciaban una gran actividad en la tripulación.

Cuando mi agitación, sólo calmada a medias, dejó alguna libertad a mi espíritu, advertí que la agitación de Adela no era menos que la mía, no por sus miradas, que yo evitaba aún, sino por el estremecimiento de sus dedos que mi mano derecha había asido por un movimiento involuntario y tenía apretados contra mi corazón.

Te he olvidado un instante, ¡pero un instante nada más! ¡Por piedad! ¡No me niegues tu cariño!... ¡Mira que sólo vivo para , para , Linilla mía! No paré mientes en la música. Cuando dejó de sonar el piano advertí que Gabriela estaba cerca de . ¡Qué de noticias interesantes traerán los periódicos, Rodolfo, cuando abismado en la lectura no ha oído usted la sonata aquella...!

Yo le curé como pude, consolándole con palabras de esperanza; y hasta procuré reír ridiculizando su facha, para ver si de este modo le reanimaba. Pero el pobre viejo no desplegó sus labios; antes bien inclinaba la cabeza con gesto sombrío, insensible a mis bromas lo mismo que a mis consuelos. Ocupado en esto, no advertí que había comenzado el embarque en las lanchas.

Hombre... no es usted sólo el chiflado me atajó de repente, ruborizándose un poco. Si a usted le ha vuelto el juicio una sevillana, a mi me tiene muerto una sanluqueña. Me sorprendió la emoción que advertí en él, porque no estaba ya en la edad en que el amor impresiona tan vivamente.

Alrededor, burgueses con sus familias, oficiales con gafas y estudiantes con gorritas encarnadas, azules, verdemar, graves todos y silenciosos, escuchaban muy atentamente la orquesta de M. Gungel, y miraban subir el humo de sus pipas sin importárseles un ardite de Prusia, como si no existiera. Al verme, el coronel pareció turbarse un poco, y advertí que bajaba la voz para hablarme en francés.

Palabra del Dia

cabalgaría

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