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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Mirábalas el Pituso sonriendo con malicia, y los demás niños se apoderaron de ellas, tomando todo género de precauciones para librarlas de las manos destructoras del salvaje, que no se apartaba de su madre adoptiva. El instinto, fuerte y precoz en las criaturas como en los animalitos, le impulsaba a pegarse a Jacinta y a no apartarse de ella mientras en la casa estaba...

El orígen de Mayenza data de ántes de la era cristiana, aunque, á decir verdad, esa ciudad fuerte ha sido tantas veces medio destruida y reconstruida, por causa de las luchas sucesivas de los bárbaros, del feudalismo primitivo, del imperio germánico y de las guerras europeas ó franco-alemanas, que casi no se puede fijar una fecha exacta para indicar la edad de la patria adoptiva de Guttemberg.

«Te voy a traer unas botas muy bonitas» le dijo la que quería ser madre adoptiva, echándole las palabras con un beso en su oído sucio. El muchacho levantó un pie. ¡Y qué pie! Más valía que ningún cristiano lo viera. Era una masa de informe esparto y de trapo asqueroso, llena de lodo y con un gran agujero, por el cual asomaba la fila de deditos rosados.

Acercósele Jacinta, mostrándole severidad y conteniendo la risa... pidiole cuentas de sus horribles crímenes. ¡Arrancar la cabeza a las figuras!... Escondía el Pituso la cara muy avergonzado, y se metía el dedo en la nariz... La mamá adoptiva no había podido obtener de él una respuesta, y las acusaciones rayaban en frenesí.

Usted no sabe que también un día vi morir y caer sobre la tierra del mismo modo a la que era, ella sola, toda mi alegría y todo mi amor, mi hermana adoptiva, la amiga de mi infancia, la esposa que me estaba destinada

La madre adoptiva alimentaba ella misma ese culto filial. ¿Cómo podía estar celosa? ¿Podía envidiar, teniendo ella la mejor parte, los pensamientos que se deslizaban de su altar florido hasta la tumba solitaria, pobre contribución de un alma en la que ella reinaba sin rival? ¡La tía Liette! Esto lo decía y lo contenía todo, abnegación infinita de un lado, agradecimiento infinito del otro.

Había renunciado al mundo y llorando su perdido porvenir se había consagrado á la educación de Herminia, su hija adoptiva, que era la sola alegría de su soledad.

En Lóndres, donde hay tantos miles de proscritos que viven bajo él noble amparo de una patria adoptiva, todo pasa desapercibido, porque la inmensidad de esa metrópoli esconde los pormenores. Es en Gibraltar donde se revela mejor el genio liberal, comercial, cosmopolita y tolerante del pueblo inglés.

Cuando Rafaela se enteró de todas estas cosas, concibió el propósito de vindicar al Brasil de aquellos injustificados desdenes, volviendo por el honor de su patria adoptiva y probando a Arturito que todas las heteras parisinas no valían un pitoche comparadas con ella, y que ella las vencía en beldad, ingenio, sal y garabato.

Rivalidad, celos, todo estaba olvidado y arrebatado por el viento del ultraje hecho a su madre adoptiva, sacrilegio al lado del cual parecía todo mezquino y pueril a su culto filial. En aquel momento era hijo, nada más que hijo, y si de vez en cuando una blanca silueta que flotaba ante sus ojos endulzaba un poco su brillo metálico, era que le agradecía el haber ocupado tan bien su lugar.

Palabra del Dia

ciencuenta

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