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Actualizado: 9 de junio de 2025


Después se arrepintió de esta fuga, por considerarla una cobardía, quedando inmóvil, en actitud desdeñosa. Llegó Ricardo y se quitó el sombrero, bajando los ojos humildemente. Quería hablar, pero no encontraba las palabras. Además, ella no le dió tiempo para expresarse. ¿Qué busca usted? dijo con dureza . ¿Es que le ha despedido su gringa? Aquí no se admiten puchos de otra.

Así el valor 0/a es el límite del decremento de un quebrado, cuyo numerador es variable x/a; porque, suponiendo que x va menguando continuamente, el quebrado se acercará á la expresion 0/a, sin que jamás pueda llegar á confundirse con ella, mientras la cantidad x no se desvanezca del todo. Con estos ejemplos se ve por qué los matemáticos admiten límites finitos, infinitos, y nulos.

Pues entonces, y mientras encontramos esa prueba, tanta razón tiene usted de insistir en su sospecha, como yo en volver a mi primera opinión. ¿Por qué? ¡Porque ! ¡Yo vuelvo a creer que la Condesa se ha matado! ¿Después que ellos admiten la existencia del delito?

Dicen que las mujeres de nuestra alcurnia deben casarse, a cierta edad, con hombres de determinadas condiciones: la casa Miralta cree que no puede entroncar con otra que la de Camposeco, y ésta juzga que vino al mundo para fundirse con la de Miralta; yo soy lo primogénita de una, y Gonzalo es el único heredero de las grandezas y caudales de la otra; se acuerda entre ambas familias que Gonzalo y yo nos casemos... «para que se cumplan las profecías»: no se admiten consultas, ni protestas, ni reparos, porque, como «ellos» dicen, lo principal es que se haga el matrimonio, «lo demás no importa tres cominos»; a esta idea nos vamos haciendo, y a este papel nos vamos acomodando poco a poco el galán y la dama de esta comedia de la buena sociedad... hasta que llega la hora del desenlace, nos echan la bendición, se baja la cortina... y cada comediante o vivir como Dios le a entender.

Pasado un rato, Inés y Cristeta salieron juntas dirigiéndose a una casa de la calle de San Lucas, que tenía un portalón, sobre el cual se leía este letrero: COCHES DE LUJO ABONOS POR MESES <b>Se admiten caballos a pupilo</b> Aquí es dijo Inesilla al llegar, cediendo el paso a la señorita. «La Virgen me ayude», pensó Cristeta, que iba muy preocupada.

No comprendo cómo admiten gente de esta calaña en el cabaret de Lutecia; la mujer hallábase en un estado de embriaguez avanzada, y el hombre apenas se encontraba mejor que ella; piden champaña, y luego se ponen a mirarnos de hito en hito a Zipette y a , y a comunicarse en voz baja ciertas reflexiones, que debían ser muy graciosas porque les hacían reír de una manera irritante; yo sentía que se me subía la sangre a la cabeza, y mi amiga, por su parte, se agitaba; lo cual no es buena señal en ella.

RAÚL. ¡Es muy mortificante para ... y para ti...! FRAICHEROSE. ¡Bah! ¡Qué bobo eres...! ¡Este hombre será tu amigo íntimo antes de ocho días...! FRAICHEROSE. ¿Bajo qué muestra...? RAÚL. «¡A los cornudos complacientes...! ¡Se admiten huéspedes a pie y a caballo...!» No, amor mío; esta noche, no. ¡Viene Blucher...!

Todos volvían la vista en torno, indecisos sobre la gravedad del suceso... Pero pronto circularon noticias optimistas, que nadie sabía de dónde venían; esa opinión anónima que todos admiten, y en ciertos instantes enardece o inmoviliza a las muchedumbres... No era nada. Un varetazo en el vientre que le privaba de sentido. Nadie había visto sangre.

Aunque admiten el principio de que nada hay en el entendimiento que antes no haya estado en el sentido, pretenden sin embargo que en el entendimiento hay algo realmente; lo cual puede conducir al conocimiento de la verdad de las cosas en mismas, no solo materiales sino tambien inmateriales.

Las instituciones civiles y eclesiásticas admiten cualquier nombre, fuera del santoral: pero, una vez bautizado con el nombre de Epaminondas, es depresivo llamarle «Poroto»; si se le ha puesto el nombre de Sócrates, resulta ridículo y ofensivo para la antigua Grecia filosófica llamarle «El mono»; y si, en fin, se le puso el nombre de Washington, o de Franklin, es inadmisible llamarle «Piringo» o «El gringo».

Palabra del Dia

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