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Actualizado: 13 de mayo de 2025
El dañador casi lloraba recordando la muerte del valeroso camarada, la descarga que le había hecho caer cerca de él, la alegría de los guardas, desplegados en ala como un ejército para acabar con un animal que tenía más astucia que muchos hombres, y la conducción del cadáver hasta el pueblo de El Pardo, donde le admiraron como si entrase en triunfo después de muerto.
Un día, los habitantes de Mallorca y los peninsulares que se habían refugiado en la isla huyendo de los horrores de la guerra civil, vieron desembarcar un matrimonio extranjero acompañado de un niño y una niña. Era en 1838. Al bajar el equipaje a tierra, los isleños admiraron con asombro un piano enorme, un piano Erard, como entonces se veían pocos.
Decía esto Sancho con tanto reposo, limpiándose de cuando en cuando las narices, y con tan poco juicio, que los dos se admiraron de nuevo, considerando cuán vehemente había sido la locura de don Quijote, pues había llevado tras sí el juicio de aquel pobre hombre.
La naturaleza continuó su obra creadora, insensible a las locuras de los hombres; pero éstos no amaron otras flores que las que transparentaban la luz en las vidrieras de las ojivas, ni admiraron más árboles que las palmeras de piedra que sostenían las bóvedas de las catedrales.
El feroz minero dejó de reir y le lanzó una mirada torva. Los parroquianos rieron discretamente y admiraron el valor de Martinán.
Acuérdome que un día dije a uno destos pertinaces: ''Decidme, ¿no os acordáis que ha pocos años que se representaron en España tres tragedias que compuso un famoso poeta destos reinos, las cuales fueron tales, que admiraron, alegraron y suspendieron a todos cuantos las oyeron, así simples como prudentes, así del vulgo como de los escogidos, y dieron más dineros a los representantes ellas tres solas que treinta de las mejores que después acá se han hecho? ''Sin duda -respondió el autor que digo-, que debe de decir vuestra merced por La Isabela, La Filis y La Alejandra''. ''Por ésas digo -le repliqué yo-; y mirad si guardaban bien los preceptos del arte, y si por guardarlos dejaron de parecer lo que eran y de agradar a todo el mundo.
Los tres visitantes admiraron el silencio y la sumisión con que estos organismos enormes cumplían sus funciones cual si tuvieran un alma y se sometiesen voluntariamente a una disciplina. Ni el más leve ruido alteraba el silencio del metal que se movía envuelto en la sordina de la grasa. Todos los organismos funcionaban con la suavidad discreta del lubrificante.
Una explosión de gritos y aplausos saludó el automóvil en el que llegaba Nélida con su hermano y Ojeda. Los padres, que habían sido de los primeros en regresar al buque, aguardaban impacientes. Pero el señor Kasper cortó con una acogida cariñosa la belicosidad de su cónyuge, irritada por esta tardanza. Juntos admiraron el pajarraco rojo y verde que sostenía Nélida en una mano.
Contó también el concierto que entre Preciosa y don Juan estaba hecho de aguardar dos años de aprobación para desposarse o no; puso en su punto la honestidad de entrambos y la agradable condición de don Juan. Tanto se admiraron desto como del hallazgo de su hija, y mandó él Corregidor a la gitana que fuese por los vestidos de don Juan. Ella lo hizo ansí, y volvió con otro gitano que los trujo.
Por la mañana admiraron su gracia, elegancia y distinción; a mediodía declararon que tenían el andar preciso y majestuoso de las jóvenes diosas, y por la noche, lanzaron un grito unánime sobre la ideal perfección de sus hombros. La partida había sido ganada.
Palabra del Dia
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