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Actualizado: 25 de noviembre de 2025
Tiene toda la sangre en la cabeza, suda como cavador, cierra las manos, hace gestos de desesperación cuando se pierde un actor. Si lo dije, si no sabe el papel. ¿Silban? ¿Qué murmullo es ese? Bien, bien; este aplauso ha venido muy bien ahí: esto va bien; ese trozo tenía que hacer efecto por fuerza. ¡Bárbaros! ¿Por qué silban?
Jamás actor aborrecido o antipático recibió tan atroz silba en corrales de Madrid. Lo extraño es que siempre pasaba lo mismo.
Residía en Versalles hacía mucho tiempo, sin otra compañía que su esposa, viejecita como él, á quien adoraba; y en la decoración fastuosa de aquellos jardines, que sirvieron de refugio á los amores de Luis XIV, el rey libertino y magnífico, la figura delgada, vestida de negro, del anciano actor parecía más fúnebre.
El torero ese artista de la muerte es donde quiera elegante, bello, magnífico en su clase. El actor, con raras excepciones, es plebeyo, bufon con brutalidad, y no sabe interpretar las nobles inspiraciones del poeta. El francesismo exagerado no produce en España sino caricaturas.
Más de veinte años hacía que Fuentes venía alegrando las comidas y los saraos de la capital, desempeñando en ellos el papel de primer actor cómico. Algunos de sus chistes habían llegado a ser proverbiales; repetíanse no sólo en los salones sino en las mesas de los cafés, y hasta llegaban a las provincias. Contra lo que suele suceder en esta clase de hombres no era maldiciente.
Así aparece claramente de un memorial, que, en el año de 1647, dirigió al Rey el actor Cristóbal Santiago Ortiz, suplicándole que pusiese orden y concierto en los teatros.
«Y vamos a ver decíame a mi propio en cuanto me hallé dispuesto a salir del cuarto , ¿qué cara pongo a mi tío después de lo que ha pasado esta noche? ¿En qué temple de ánimo, en qué estilo he de expresarle «lo que procede»? Y ¿cuál es «lo que procede»? Porque él debe dar por hecho que a estas horas estoy enterado de todo; y en casos tales, un grado menos de lo justo en la expresión de lo que se siente, desnaturaliza la seriedad de un papel y hasta pone en ridículo al actor».
Creí que aquel hombre era el carácter cómico, el bufo, el payaso. ¡Qué gestos! ¡Qué gritos! ¡Qué contorsiones! Pero la puerta del fondo se abre, como sale una bala del cañon. ¿Qué es eso que asoma? ¿Qué es ese bulto que sale corriendo, voceando, con el sombrero calado hasta las orejas, y con un frac cuyas estrechas puntas van golpeando sobre los talones de aquel bulto? Es el actor cómico.
Tan luego supe semejante proyecto, me propuse seguirlo paso á paso, aun cuando tuviese que detenerme en Legaspi los dos meses que faltaban para la fiesta, y al efecto alquilé una casita inmediata á la que habitaba la respetable persona del Gobernadorcillo, quien en tales casos es empresario, director de escena, y hasta algunas veces autor y actor, siendo, por lo tanto, su casa templo obligado de Talía, y su persona su primer sacerdote.
Experimentó la melancolía del actor que empieza a «entrar en su personaje» y ve que le arrebatan de pronto el papel. Había saltado atrás con el pensamiento, suprimiendo unos días, y se contemplaba en el silencio de la noche equinoccial paseando por «el rincón de los besos» sosteniendo con un brazo a la romántica alemana, próxima a desvanecerse de sentimentalismo.
Palabra del Dia
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