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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Quise interrogarlo, pero me hizo una señal con la mano y se aproximó rápidamente á una ventana como para mirar hacia afuera. Entré, mi madre estaba medio acostada en su butaca, fuera de la cual pendía uno de sus brazos como inerte.

Maltrana renunció por el momento a todo encargo de trabajo por parte del senador. Pero su fe no se alteró por esto: otros le proporcionarían nuevas tareas. Al verse falto de ocupación, dejó de estar en casa, y pasó las tardes en el Ateneo o en los cafés, discutiendo con la juventud literaria. De noche comenzó a recogerse tarde, aconsejando a Feli que le esperase acostada.

»De noventa pulsaciones, bajó setenta y cinco; luego fortalecida de aquellas emociones que a cualquier observador superficial habrían parecido bastante menos intensas, se durmió, tal vez con el sueño más tranquilo que había podido conciliar desde la noche fatal en que Amaury la llevó desde el salón al lecho en que aun estaba acostada.

Debajo de uno de ellos creyó percibir un bulto que se movía y saltó a los prados, temiendo tropezarse con alguien que le conociese. Miró por encima de la paredilla y vió una vaca acostada rumiando tranquilamente. Más allá, al pasar por delante de la casa de un labrador, se abrió repentinamente una ventana y apareció el bulto de una mujer.

Un español, pagado por Don Salvador Moxó, que habia sustituido á Cevallos mientras un viaje de este á la Península, logró seducir en Kingstown á uno de los sirvientes de Bolívar; y cierta noche, acercándose á la hamaca en que solia dormir, clavó su acero homicida en el corazon de la persona que alli estaba acostada.

Germana durmió poco aquella noche. Estaba acostada en una inmensa cama de pabellón, en el centro de una habitación desconocida. Un globo de porcelana mal iluminaba los tapices. Mil figuras extravagantes parecían salirse de la pared y bailar alrededor de la cama. Por primera vez, durante veinte años, se veía separada de su madre.

El capítulo sobre Portugal será corto: solo conozco Lisboa, que he visitado dos veces. A las cinco de la mañana de un dia clarísimo del mes de julio, entró en la rada de Lisboa el vapor que desde Inglaterra me condujo. La ciudad, acostada todavía en el silencio, ofrecióse á mi vista por el prisma mas bello que tiene.

Entraron en el cuarto donde estaba acostada la devota ... Esta reposaba tranquilamente, pero no dormía; tenía clavados los ojos en el techo con muestras de meditación profunda. Sentada junto á la cama estaba Clara, que hacía de enfermera y acompañante de la santa. Cuando las dos Porreñas entraron, Clara les conoció en las caras que se preparaba una escena terrible.

Tenía ocho días la chicuela... estaba acostada en su cama... sacudiendo sus piernitas... unas piernitas rollizas, verdaderos salchichones... y un traserito... ¡no le digo nada!... ¡Rayos y truenos! ¡Yo no me animé ya a levantar los ojos, tan abochornado estaba! La baronesa fingía no oír nada y Yolanda había salido de la pieza. En cuanto al viejo, éste reventaba de risa.

Sin duda va al café de Gallo a reunirse con su hermano, la otra cabeza de campanario. ¿Pero cómo es que le dejan salir solo? ¿Se habrá puesto bueno? ¿Estará mejor? ¡Pobre chico!...». Y no se volvió a acordar más de él hasta la noche, cuando estaba acostada, sola en la casa, pues su tía no había entrado aún. «Es una barbaridad que le dejen salir solo a la calle.

Palabra del Dia

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