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Actualizado: 16 de junio de 2025


El trapero acogía estos gritos tranquilamente, como un héroe satisfecho de su éxito popular. ¡Mientras gritasen!... Algo peor ocurría cuando los gritos eran acompañados de pedradas y había él de abandonar su saco para perseguir a los agresores. Id a tocarle el... moño a vuestras madres.

Eppie, a fin de complacerlo, no dejó de darle esta muestra vulgar de atención, lo que dio el desagradable resultado que se vieran acompañados por el asno que los siguió penosamente hasta la puerta de su habitación.

Parecía escuchar como si esperara a alguien. Muy luego el ruido de pasos pesados, acompañados de silbidos, se hizo oír a través del gran vacío de la entrada del vestíbulo. La puerta se abrió y entró un joven fornido y vulgar; tenía la cara encendida y el aire gratuitamente vencedor que caracteriza la primera faz de la embriaguez. Era Dunsey.

Llegaron, pues, los japoneses acompañados del padre Luís Sotelo, excitando extraordinariamente la atención del pueblo, los portes y vistosos trajes, las armas y adornos que el embajador Fraxecuera Rocuyemon lucía y los personajes que le acompañaban.

» Pero eso de atravesar solos el bosque... ¡Es extraño que el señor de Avrigny haya concedido tal libertad a sus hijos!... » ¿Y por qué no? repuse con mucho orgullo. Ya saben en casa que yo conozco el camino. » De todos modos no estaría de más el volver acompañados. » ¡Oh! Muchas gracias, pero es inútil.

Salieron del fuerte de Rio Bueno dos cadetes, un sargento, el condestable y seis soldados, acompañados de varios caciques de indios; y dirigiéndose hácia el este, á cosa de 34 leguas dieron con la laguna de Puyechué, donde formaron una canoa y pasaron algunos á la otra banda de dicha laguna, que tendrá como 4 leguas de diametro, y 25 de circunferencia, con nueve islas inhabitadas; la que reconocieron.

Rafael voceaba en la puerta del salón para que trajeran pronto el café a sus dos amigos, y Juanito, a falta de mejor ocupación, jugueteaba con la traviesa Miss, cuyos movimientos iban acompañados por el repicante cascabeleo de su pequeño collar. Don Juan, hundido en su butaca, con la nariz cada vez más roja y el cigarro apagado entre los labios, seguía sonriendo beatíficamente.

Los gateras le seguían, acompañados de algunos más; los serenos le dirigían de lleno la luz de sus linternas, y los transeúntes se paraban mirándole alejarse, seguros de que no era difunto ni estaba desmayado, sino simplemente borracho. Subió la calle de la Montera, y preguntó por la calle de Válgame Dios, porque había resuelto dirigirse á Casa de su tío.

Cuando estaban don Quijote y Sancho en las razones referidas en el capítulo antecedente, se oyeron grandes voces y gran ruido, y dábanlas y causábanle los de las yeguas, que con larga carrera y grita iban a recebir a los novios, que, rodeados de mil géneros de instrumentos y de invenciones, venían acompañados del cura, y de la parentela de entrambos, y de toda la gente más lucida de los lugares circunvecinos, todos vestidos de fiesta.

Digo que oyeron que daban unos golpes a compás, con un cierto crujir de hierros y cadenas, que, acompañados del furioso estruendo del agua, que pusieran pavor a cualquier otro corazón que no fuera el de don Quijote.

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