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Actualizado: 18 de mayo de 2025
El pescador se acercó á ella entonces, y la dió una gran rebanada de pan con un pedazo de queso encima. Cada uno de los tres huérfanos recibió otra ración igual de pan y queso y medio vaso de aguardiente, previo el indispensable brindis «á la buena gloria del defunto».
Y Sol miró a Lucía de tan linda manera, que no bien Ana se quedó como dormida, se acercó Lucía a Sol, la tomó por el talle cariñosamente, y una vez en su cuarto, empezó a vaciar con ademanes casi febriles sus cajas y gavetas. Todo, todo, todo es para ti y Sol quería hablar, y ella no la dejaba . Mira, pruébate este sombrero. Yo nunca me lo he puesto. Pruébatelo, pruébatelo. Y este, y este otro.
Y yo veo a este señor de pie, con los ojos alzados, con los brazos extendidos, con la cabeza enhiesta. En este momento el sombrero de jipijapa rueda por el suelo; yo me acerco pasito, lo cojo y lo tengo con las dos manos en tanto que oigo los versos con la boca abierta.
¿Daría usted un grito? insistió sin dejar de mirarla. ¡Vaya unas preguntas extrañas que usted hace! dijo Esperancita más ruborizada cada vez . Lo daría quizá ... o no lo daría.... En aquel momento se acercó la marquesa de Alcudia llamándola. Esperanza, tengo que decirte una cosa.... Y al pasar junto a su sobrino, murmuró muy bajo: ¡Prudencia, Pepe! Esos apartes no están en el programa.
Vió a la joven sentada en una silla en el fondo de su cuarto; ya estaba levantada y vestida, a pesar de la hora tan insólita. Tenía, pues, que saber lo que había pasado. Mathys se acercó a la joven, la miró con los ojos hechos ascuas y exclamó, apretándole las muñecas hasta deshacérselas: Ten cuidado, dime la verdad, porque si me engañaras, sería capaz de todo... ¿Dónde está el aya?
Una zagalita de trece a catorce años de puro perfil virginal y el moño de la cabeza apretado por un pañolito azul al estilo del país se acercó a Reynoso y apoyó el brazo en su hombro con encantadora familiaridad. Elena sintió la mordedura de los celos y le clavó una mirada fulgurante capaz de reducirla a ceniza.
Aquí D. Evaristo se acercó más a ella, como si temiera que alguien le pudiese oír, y con el dedo índice muy tieso iba marcando bien lo que le decía. «Lo segundo es que tengas mucho cuidado en elegir, esto es esencialísimo; mucho cuidado en ver con quién... en ver a quién...». La conclusión del concepto no salía, no quería salir.
Entonces, el Magistral se acercó a la Regenta y deprisa y en voz baja dijo: Se me había olvidado advertirle que... el lugar más a propósito para... verse... es en casa de doña Petronila. Ya hablaremos. Bien contestó la Regenta. Lo he pensado, es el mejor. Sí, sí, tiene usted razón. Subió Ana por la escalera principal y salió al portal don Fermín.
Entonces Paca se acercó a su padrino, el cual la sentó en sus rodillas con grandes muestras de cariño, y ella empezó la siguiente relación, torciendo su cabecita para mirarle.
Entonces el hijo predilecto de la Iglesia se acercó a la reja, y con labio balbuciente y el rostro encendido se confesó con D.ª Rafaela. Por no abusar más de su inagotable bondad había tenido precisión de pedir seiscientas pesetas al padre Laguardia, que era quien le perseguía y le había hecho prender.
Palabra del Dia
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