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Actualizado: 22 de junio de 2025
El alguacil del tribunal, que llevaba más de cincuenta años de lucha con esta tropa insolente y agresiva, colocaba á la sombra de la portada ojival las piezas de un sofá de viejo damasco, y tendía después una verja baja, cerrando el espacio de acera que había de servir de sala de audiencia.
Una hora larga tardó la justicia en acudir para reconocer y levantar el cadáver; hallábase este atravesado en la acera, tendido sobre el lado derecho, descansando la cabeza contra el zócalo del pabellón del ministerio de la Guerra, debajo de la segunda ventana.
Al anochecer, hora en que dejaban el trabajo los obreros, se convertía aquella acera en paseo donde era difícil andar sin pararse a cada tres pasos.
Este es un despotismo paternal que no se atreve á mayores castigos. La policía del príncipe le hace atravesar media calle y lo pone en la acera francesa... No se ría usted: esta pena es cruel.
Hube, pues, de contentarme con esperar paseando por la acera de enfrente como pudiera hacerlo un centinela, y he de confesar que si alguna afición hubiera tenido yo a la guardia nacional la habría perdido entonces. Así pasó una hora, y otra, y otra más, y mi griseta no se dejaba ver por parte alguna. ¿Será que la habré espantado? me pregunté.
Azorado y temiendo oir de un momento á otro la terrible esplosion, Basilio se dió toda la prisa que podía para alejarse del maldito sitio: sus piernas le parecían que no tenían la agilidad necesaria, sus piés resbalaban contra la acera como si anduviesen y no se moviesen, la gente que encontraba le cerraba el camino y antes de dar veinte pasos creía que habían pasado lo menos cinco minutos.
Y enumera todos los objetos de uso íntimo que piensa emplear como proyectiles. Vibra en ella la resolución absurdamente heroica de los insensatos gloriosos que protestan para hacerse fusilar. Algo pasa por la acera que interrumpe estos propósitos desesperados.
No hay mas que atravesar la plaza del Casino, sus jardines en pendiente, y subir una escalinata hasta el llamado bulevar del Norte, para encontrarse con uno de los espectáculos más raros de Europa. Una acera es del príncipe de Mónaco y la de enfrente de la República francesa.
Pepe había salido del portal y, parado en la acera opuesta, miraba hacia los balcones, uno de los cuales se abrió al mismo tiempo, apareciendo en él Engracia con su chico en brazos. Pepe dio unos cuantos pasos hacia lo alto de la calle, moviendo la mano en señal de despedida.
A tí y a ella os sé de memoria: total, cuatro días de enfado. Ninguno de vosotros es capaz de portarse mal... y si reñís... ¿yo qué le voy a hacer? Escucha y ten calma. Mucho me equivoco, o lo que me sucede está relacionado con tu hermano. Pepe, al oír esto, se paró en medio de la acera, mirando a su amigo con la mayor curiosidad. Sí, con tu señor hermano.
Palabra del Dia
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