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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Hasta el vizconde, si bien en su llanto parecía haber un poco de risa, porque durante el sermón, con un alfiler y una tirilla de papel que encontrara por casualidad en el suelo, había prendido una pequeña cola en las abultadas polleras de doña Brianda. Por suerte, nadie advirtió su impiedad, «nadie diría fray Anselmo, ¡menos Dios!»
Luego le vió correr, balanceando sus formas abultadas y reteniendo sus velos, que el viento marítimo parecía querer arrebatarle. Transcurrieron varios días de trabajo, de cansancio y de hambre, sin que el coloso recibiese nuevas visitas. Un anochecer, estando sentado en la arena, vió que un hombre saltaba ágilmente sobre una de sus rodillas, corriendo después á lo largo del muslo.
¡No me conoces!... gritaban los golfos de abultadas amenidades, tirándole del bigote, abofeteándole con un entusiasmo que enrojecía sus mejillas. ¡No me conoces!... gritaba un bebé de color de rosa, en el que Maltrana fijó su atención. ¿Pues no te he de conocer, criatura? exclamó el joven . Tú eres Feliciana. No hay en todo el barrio otras manos como las tuyas.
Los demás oficiales no ofrecían absolutamente nada de particular en sus rostros: facciones abultadas, ojos negros, bigotes retorcidos, perillas puntiagudas, fisonomías vulgares en un todo, aunque varoniles. Se comprendía a primera vista que les venía muy ancha la toga.
¡Calla, burro, calla! Arrea un poco más y no grites que me duele la cabeza. Bartolo vestía al igual que Quino, el calzón corto, el chaleco y la montera, pero todo más viejo y desaseado. Era un mocetón robusto, de facciones abultadas y ojos saltones. Su modo de andar tan torcido y desvencijado que parecía que le acababan de dar cuatro palos sobre los riñones.
Doña Águeda agradecía este triunfo como Fidias pudiera haber agradecido la admiración que el mundo tributó a su Minerva. ¡Es una estatua griega! había dicho la marquesa de Vegallana, que se figuraba las estatuas griegas según la idea que le había dado un adorador suyo, amante de las formas abultadas. ¡Es la Venus del Nilo! decía con embeleso un pollastre llamado Ronzal, alias el Estudiante.
De este punto, al cual, de paso para Santa-Cruz de la Sierra ó Cachabamba, concurren necesariamente los viageros para proveerse de víveres, se va á Loreto atravesando á caballo un estendido cacahual, y luego un cañaveral hasta salir á un bañado cubierto de árboles, donde es menester agacharse á cada paso para evitar los enredaderas, cuidando ademas de no tropezar en las abultadas raices que guarnecen todo el suelo.
Esta vestimenta sucia y mísera completábala con un chaqué de largos faldones y un sombrero abollado, deforme, rematado en punta como guerrero casco. Era viejo, con cierta malicia sacerdotal en el rostro afeitado y los ojillos verdosos cobijados bajo unas cejas grises y abultadas. La parte de sus mejillas acariciada por la rasura era lo único limpio de la cara.
Sus facciones bastas y abultadas no carecían de hermosura, por la proporción y buen dibujo; hermosura de mascarón escultórico, miguel-angelesco, para decorar una imposta, ménsula o el centro de una cartela, echando de la boca guirnaldas y festones.
Tenía el vientre colgante, y las piernas, completamente desprovistas de carne, parecían dos bastones forrados de cuero. Tenía cara más de mono que de hombre; la cabeza, aplastada; la frente, comprimida; la nariz, chata; las mandíbulas, abultadas; las orejas, largas; los ojos, pequeños y de brillo extraño, y la boca, tan grande, que le llegaba casi desde una oreja a la otra.
Palabra del Dia
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