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Actualizado: 21 de junio de 2025
Comenzó a vivir en la amorosa cavilación, en los coloquios y raptos de las historias, soñando despierta, olvidando la vida cuotidiana, dando respuestas absurdas y palpando las cosas, como una sonámbula, sin saber lo que buscaba. Aficionose a los olores, a los jubones recamados de canutillos y aljófar. Aliñose como nunca las manos y la guedeja. Los confesores la previnieron; pero ya no era tiempo.
Su rostro tenía una expresión de extrañeza, como si contemplase en pleno trastorno las leyes físicas más elementales. Le era imposible comprender en sus reflexivos silencios cómo los alemanes no habían conquistado aquel suelo que ella pisaba; y para explicarse este fracaso, admitía las más absurdas suposiciones. Una preocupación particular aumentaba su tristeza.
En cuanto á su mérito sólo diremos que algunos rasgos aislados, llenos de poesía y de verdad, no compensan, ni mucho menos, su falta absoluta de orden y plan, y las absurdas y repetidas digresiones que tanto dañan al curso de la acción. Juntáronse arbitrariamente en estos misterios las cosas más serias y ridículas, y lo trágico y lo cómico se mezclaba y confundía sin concierto.
Porque el terror a lo desconocido y la necesidad de saber para obrar o abstenerse, han originado las seis mil explicaciones diferentes de los fenómenos naturales por los poderes sobrenaturales que llamamos religiones, y éstas han puesto fuera del contralor de la razón y de la experiencia humanas los asuntos que más interesaban, al dar carácter sagrado a las concepciones primitivas, tanto más sagradas cuanto más antiguas, vale decir, cuanto más absurdas.
La pobre gente le envidiaba al verle poderoso, diputado tan joven; y él quería ser... ¿a qué no lo adivinaba? ¡qué cosas tan absurdas! ¡que no se burlara Leonora!
La unidad de lugar y de tiempo, que, en cuanto fué observada por los griegos, encontraba en el coro ciertas libertades, desapareció con éste de su dominio, y el deseo de observarla fielmente, habría redundado en arbitrario tormento y en absurdas contradicciones, rechazadas por el buen sentido de la nación, aunque sin darse cuenta del motivo.
La solución de este drama es desconocida, pues las que se le han dado parecen absurdas. Ciertamente que no. Si, por algún accidente, se para en alguna playa, el enorme peso de sus carnes, de su grasa, la aniquila; sus órganos se rinden y queda asimismo asfixiada. En el único elemento respirable para ella, la asfixia la mata lo mismo que en el agua no respirable do vive. Abreviemos razones.
Y como quiera que tal indiferencia la tenía también para los demás compañeros, le consideraba un espíritu frío, incapaz de simpatía. Sin embargo, en cierta ocasión le desconcertó su extraño apasionamiento al discutir en clase con el profesor. Por otra parte, muchas ideas de su amigo eran para Muñoz incomprensibles y a veces absurdas. Ahora, desde hacía tiempo, habían dejado de frecuentarse.
Tanto se habían repetido en el intervalo las falsas ideas de los galicistas en diarios y en escritos ligeros, que llegaron á penetrar entre los mismos que con más obstinación les habían hecho la guerra, demostrando así la verdad evidente de que hasta las cosas más insensatas y más absurdas, á fuerza de repetirlas, acaban por alcanzar tanto crédito como el Evangelio.
Desde los tiempos de David, el pastorzuelo descalzo, matando de una pedrada al desaforado gigante vestido de bronce, la humanidad gustaba de estas historias. La pistola era un arma caprichosa, más dúctil que otras á las soluciones absurdas de la fatalidad. ¿No caería él, con toda su maestría, bajo el primer tiro del pobre teniente?...
Palabra del Dia
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