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Actualizado: 3 de noviembre de 2025
Allí, en el campo, en una casa abandonada, Aguirre escribió un memorial a Felipe II, justificándose de sus desmanes, y para dar más fuerza a su documento, lo firmó de esta manera audaz, cínica y absurda: Lope de Aguirre, el traidor. Las tropas del rey, unidas con algunos desertores de Aguirre, fueron acorralando al capitán vasco como a una bestia feroz, para darle muerte.
De aquí, de esta espantosa disyuntiva entre ser despreciado o amenazado de muerte, nació aquella sentencia de los moralistas, que hoy en los países cultos nos parece tan necia y tan absurda, de que lo que había que desear era una medianía de fortuna, a fin de vivir feliz y tranquilo, ni envidioso ni envidiado.
El siguió riendo de esta absurda proposición, pero vencido de antemano por la sencillez con que Alicia la formulaba. ¿Y tú?... ¿Por qué no pides tú? ¡Oh, ella!... En el orgullo de su triunfo, se había olvidado de pagar varias deudas contraídas antes de su racha de buena fortuna. Ahora era inútil pedir. Estaba en un mal momento, todos la consideraban caída é incapaz de rehacerse.
Pero algo queda sobre mi conciencia como un peso muy grave. Forondo me confesó que había seguido el camino de las letras y había caído en la Puerta del Sol, encantado por la lectura de mis narraciones de la bohemia pintoresca. De todos modos, yo no tengo la culpa de que me hubiera leído mal. La bohemia es triste, desastrosa, absurda. Y más aún cuando no se tiene talento ni temperamento literario.
Pero si la Condesa hubiera querido entregarse a la inclinación que sentía por usted, nadie se lo habría impedido cuando Zakunine estaba lejos. Y ahora mismo, ¿necesitaba en verdad pedir licencia a ese hombre? Si el impedimento hubiera venido de él, ella habría podido rebelarse y desafiarlo; pero no venía de él, sino de ella misma, de su íntima conciencia. Por consiguiente, la hipótesis es absurda.
Y por fin, las crinolinas dieron al establecimiento buenas ganancias. Isabel Cordero, que había presentido el Canal del Lozoya, presintió también el miriñaque; que los franceses llamaban Malakoff, invención absurda que parecía salida de un cerebro enfermo de tanto pensar en la dirección de los globos.
Oía su voz grave de hombre que ha encontrado un nuevo sentido á la vida. Estoy contento, papá... estoy contento. El tiroteo, cada vez más lejano, le producía una dolorosa inquietud. Luego sintió una fe instintiva, absurda, firmísima. Veía á su hijo hermoso é inmortal como un dios. Tenía el presentimiento de que su vida saldría intacta de todos los peligros.
En el prólogo de su poema narrativo El moro expósito, demuestra con tanta claridad como elocuencia la índole arbitraria y absurda del llamado clasicismo, que cubre como el moho á las flores de la poesía, y habiendo contribuído indudablemente, y no en parte poco considerable, con sus palabras persuasivas, á derruir ese sistema importado de otros países.
Lo que él contaba dista mucho de parecer verdadero; antes bien, lo consideramos como fábula impía y absurda, pero nos parece tan curiosa que no podemos resistir a la tentación de ponerla aquí, en breves palabras, remitiendo a los lectores que quieran saber más sobre ello a un libro escrito no hace mucho tiempo y cuyo título es Dios y su tocayo.
La idea del matrimonio, aparte ser cien veces absurda, ni siquiera había prestado alientos al inocente impulso de un afecto que se bastaba a sí mismo para ser, se daba para difundirse y constituía un culto sin otro móvil que adorar. ¿Cuáles eran los sentimientos de Magdalena? Nunca me había preocupado de ellos.
Palabra del Dia
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