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En uno de los testeros estaba el gran piano de Erard donde tocaba mañana y tarde el jovencito que había venido con la señora; en otro el espejo de la gran chimenea reproducía con misteriosa indecisión la cavidad adornada de la estancia. Frente al espejo, la abertura de dos cortinas, pesadamente recogidas, dejaba ver una puerta blanca, lisa, puerta en la cual se echaba de menos un epitafio.

La cadena principal de las alturas forma el borde más elevado del circo; otros dos lados los forman cadenas laterales que, bajando gradualmente, se alejan de la grande arista, y algunas pequeñas colinas se aproximan para cerrar el circo paralelamente á los grandes montes; dejan, sin embargo, una abertura por la cual se escapa el arroyo.

Lionel, que admiraba las hembras de su talla, tenía que trabajar con muñecas que apenas le pasaban del codo, mujeres «de bolsillo», que podía meter en cualquiera abertura de su traje. A su esposa, la esbelta y fuerte Mina, la besaba de frente, sin necesidad de bajar la cabeza y doblar las vértebras.

Era como un islote redondo, de un cuarto de milla de bojeo, con un lago en medio, también redondo, formando así un como anillo de unos cien pies de ancho, cubierto de árboles, con una angosta abertura hacia el Sudoeste.

Un segundo empujón, y una de las tablas se partió por en medio; por la rendija, un rayo de luz se filtró en la semiobscuridad del corredor. Déjeme mirar por allí dijo el doctor, el cual, esperando lo peor, había recuperado su serenidad y su sangre fría. Hellinger arrancó algunas astillas de madera, de manera que, por la abertura, se pudiera ver todo el cuarto.

Venía en camisa, y por la abertura de delante descubría un bosque: tanto era el vello que tenía en el pecho.

El pantalón tenía los bordes levantados sobre unas babuchas blancas que contenían sus pies desnudos. En el lugar del corazón llevaba bordada una cifra, cuyas letras no pudo desenmarañar Ulises. Encima de esta cifra avanzaba su punta un pañuelo asomado á la abertura del bolsillo.

Sus rodillas estaban en contacto. Tomaba una de sus manos, acariciándola, introduciendo un dedo por la abertura del guante. ¡Aquel maldito jardín, que no permitía mayores intimidades y les obligaba á hablar en voz baja después de tres meses de ausencia!... A pesar de su discreción, el señor que leía el periódico levantó la cabeza para mirarles irritado por encima de sus gafas, como si una mosca le distrajera con sus zumbidos... ¡Venir á hablar tonterías de amor en un jardín público, cuando toda Europa estaba amenazada de una catástrofe!

Todavía me parece que las veo: llevaban sombreros altos, grises, con velitos cortos muy ajustados al rostro, y dos largos vestidos de amazonas, sin costura, con una sola abertura que seguía la línea de la espalda... ¡y es preciso que una mujer sea verdaderamente bien formada para llevar vestidos así! Porque, mirad, señor cura, con los trajes de amazonas sin costura no hay engaño posible...

Que hasta el dia 9 se detuvieron por varios azares en el corto espacio de ocho leguas, que hay del pueblo al propio Volcan ó abertura, del cual salió el dia 10, rumbo casi á poniente, habiendo caminado en él ocho ó nueve leguas.