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Actualizado: 17 de julio de 2025


Nuestros campeones serán los señores de Abercombe, Percy, Beauchamp y Leiton, y el invencible barón de Morel. ¡Viva! ¡San Jorge le proteja! ¡Buena elección! vociferaron los arqueros. ¡Buena, como hay Dios! exclamó Simón. No hay para un soldado de buena fibra honra mayor que la de tenerle por jefe. Ya veréis á dónde nos lleva, muchachos, y en qué aventuras nos mete.

Haya paz, señores, ordenó extendiendo el brazo. Quienquiera de vosotros que continúe tan tonta querella fuera de aquí, tendrá que darme cuenta de ello. Necesito el concurso de todas vuestras espadas y no permitiré que las volváis unos contra otros. Abercombe, Morel, Bruce ¿dudáis acaso del valor de los caballeros gascones?

En seguida el barón se lanzó contra el grueso de los asaltantes, seguido de Lord Abercombe con sus cuatro escuderos del Chesire y otros de igual temple, tras ellos Chandos y el príncipe y detrás nosotros con espada y hacha, porque habíamos agotado las flechas.

Los mantenedores ocupaban la extremidad del campo más cercana á las puertas de la ciudad. Frente á sus respectivos pabellones se veían los escudos de armas de los cinco campeones ingleses, sostenidos por otros tantos escuderos; allí las rosas de Morel, las barras gules de Leiton, el león de Percy, los grifos de Abercombe y las plateadas alas de Beauchamp.

Pero eran tantas y tan buenas las que aun quedaban que los señores Chandos y Fenton, á quienes en definitiva se encomendó la elección, tuvieron que discutir y pesar uno por uno los méritos y hazañas de muchos aspirantes; decidiéndose por fin á favor de Morel de Hanson y Abercombe de Chesire, renombradísimo el primero entre los nobles veteranos y héroe de Poitiers el segundo.

Abercombe dirigió su lanza á la cabeza del desconocido y éste le imitó, manteniéndose firme y erguido en la silla después del choque, al paso que el inglés quedó doblado hacia atrás, medio caído sobre la grupa del caballo, que recorrió la mitad del campo antes de que el jinete recobrase su posición normal.

Cuanto más pequeño el gallo mayores suelen ser los espolones, repuso con fuerte voz Captal de Buch. Si no se los corta quien puede hacerlo, dijo el señor de Abercombe. Á osados y altaneros nos ganáis vosotros los ingleses, contestó el capitán Roberto Briquet. Pero gascón soy, y vos, Abercombe, me daréis cuenta de esas palabras. Cuando gustéis, dijo el otro volviéndole la espalda.

Y os recuerdo lo del mesón, amigo, porque la guerra y la gloria no bastan á un cuerpo como el mío, ni es cosa de estrechar el cinto por la prisa de saludar á Su Alteza. Casi todas las naves cercanas á la nuestra ostentan el escudo de algún noble, continuó el señor de Morel. allí el de los Percy, é inmediatos los de Abercombe, Moreland, Bruce y tantos otros.

Eso no haré yo, contestó Bruce, pues demasiadas veces los he visto pelear como buenos. Valientes son, sin duda, pero no hay temor de que nadie lo olvide mientras tengan lengua para proclamarlo á todas horas, sin ton ni son, dijo á su vez Abercombe. No os demandéis de nuevo, se apresuró á decir el príncipe.

Palabra del Dia

godella

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