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Halló a Úrsula sentada en las escaleras dormitando. Al sentir sus pasos se puso en pie vivamente. ¿Es V., señorito? Yo soy: ¿tienes ahí el bote? Lo tengo amarrado donde siempre para que no sospechen. Voy a buscarlo en seguida. La batelera bajó a la orilla y por ella se fue rozando el agua hasta desaparecer enteramente su silueta de la vista de nuestro joven.

No contestó la batelera con no menos asombro. Otro toque contestó al primero desde la opuesta orilla. Oyéronse después voces de mando y ruido de pasos a la carrera. Boga, boga de prisa, a ver qué diablos significa ese trajín dijo Miguel. Úrsula obedeció, y no tardaron muchos minutos en llegar cerca de tierra.

Durante mucho tiempo constituyó un misterio el paradero del hermano mayor de mi madre, hasta que se supo que había muerto. Comprobé, con esa penetración que es frecuente en los chicos, que en mi familia existía cierta reserva al referirse a mi tío Juan; ni mi madre, ni su hermana Úrsula, ni mi abuela, querían hablar del desaparecido, y este misterio y esta reserva excitaron mi fantasía.

Su lugarteniente Úrsula, el ama de llaves del Obispo, tenía orden de no dejar a ninguna persona sospechosa llegar a la cámara de su dueño; los familiares, gente devota de doña Paula, hechuras suyas, obedecían a la misma consigna. El Magistral, aunque le disgustaba emplearse en tal oficio, también espiaba y vigilaba; el instinto de conservación le obligaba a secundar los planes de su madre.

Mientras iba por la calle en busca de la escalera de piedra donde Úrsula había quedado en esperarle, no podía menos de reírse del amor que Lucía profesaba al misterio. Después de todo, puede que tenga razón, concluyó por decirse; si no fuese por estos granos de pimienta echados sobre nuestras relaciones, la verdad es que llegarían a ser muy fastidiosas.

Estos cuartos, de paredes encaladas, con las vigas del techo al descubierto y el piso con grandes tablas obscuras, ya combadas por el tiempo, estaban vacíos. Mi abuela y mi tía Úrsula se hallaban poseídas por la manía de poner el suelo brillante, y las dos, y una muchacha, solían estar encerándolo y frotándolo hasta dejarlo como un espejo.

Citaré muy de paso, como los mas notables del órden civil: el Hôtel-de-Ville ó palacio municipal, edificio bien inferior á otros de su clase en Bélgica, pero notable por la gracia de su arquitectura gótica; el Palacio de Justicia, interesante por sus tradiciones históricas, y curioso por algunas esculturas y la magnífica chimenea consagrada á Cárlos V que decora una de las salas; y el Hospital-de-San-Juan, que contiene en una pequeña sala las prodigiosas obras de Memling, tan célebres entre los aficionados á la pintura, entre las cuales se distingue el primoroso relícario, cubierto en su cuerpo y sus abras de pinturas que representan la vida de Santa Ursula, la tríptica consagrada al matrimonio místico de Santa Catarina y el cuadro que imita la adoracion de los magos.

Poco tardó Úrsula en aparecer de nuevo remando con prisa: saliole al encuentro Miguel así que puso el pie en tierra y recibió de sus manos un billete perfumado que había metido en el seno. Decía así el billete: «Querido mío: Una inquietud dulce y misteriosa que ayer noche experimentó mi corazón me anunciaba sin duda que estabas cerca de .

Lo primero que hizo al día siguiente por la mañana fue escribir a Lucía. «Estoy aquí desde ayer por la tarde. Dime cómo he de arreglarme para verteSalió de casa y fue en busca de Úrsula la batelera. Así que dio con ella le preguntó. ¿Conoces a la señora del general Bembo? ¡Vaya! Pues vas a llevarle esta carta ahora mismo. Aguarda contestación y vente en seguida. En el muelle te espero.

¡Allá él, D. Isidoro, allá él! Saltó en el bote nuestro joven, y fue conducido prontamente a la orilla. Úrsula era una zagala fornida, pobremente trajeada y con unos colores tan vivos en el rostro, que sorprendieron a Miguel: más adelante averiguó que bebía mucho aguardiente. Amarró el bote y condujo a su pasajero por unas toscas escaleras de piedra hasta la calle.