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Antes de entrar miré al cielo. Aparecía cubierto por un leve manto de nubes, tan leve, que no conseguía velarlo por entero, semejante a una colcha de encaje con fondo azul. El sol, asomando su ardiente pupila por los agujeros de esta celosía de nubes, era el único curioso que nos observaba. El carruaje marchaba lentamente.

Se veía el disco de color de cereza, detrás de las ramas del olivar, como al través de una celosía negra. Sus últimos rayos, a ras de tierra, coloreaban con un resplandor anaranjado la columnata de troncos de los olivos, las marañas de plantas de la tierra, las curvas del cuerpo de la moza tendido en el suelo. La punzante película de las chumberas erizábase como una epidermis luminosa.

1 Hijo mío, guarda mis razones, y encierra contigo mis mandamientos. 2 Guarda mis mandamientos, y vivirás; y mi ley como las niñas de tus ojos. 3 Lígalos a tus dedos; escríbelos en la tabla de tu corazón. 5 para que te guarden de la mujer ajena, y de la extraña que ablanda sus palabras. 6 Porque mirando yo por la ventana de mi casa, por mi celosía,

Su manto de nubes era más espeso; la vaporosa túnica de encaje había sido reemplazada por una cortina gris que cerraba herméticamente toda la bóveda celeste; el sol ya no tenía celosía por donde mirarnos. La llanura triste y oscura en que reposa Madrid, exhalaba un vapor trasparente que concluía por aproximar la línea vaga y fina que cierra el horizonte.

Y mi padre... y la casa donde he nacido... y la celosía verde que yo levantaba tan a menudo cuando pasabas, y la vieja iglesia de San Juan, donde por primera vez, mientras yo oraba, murmuraste a mi oído: «¡Anita mía, te amo!»... ¡Y ya ves si la Virgen me protege! en el momento en que me decías: «¡Te amo!», yo acababa de pedirte tu amor, prometiendo una novena a Nuestra Señora repuso Anita, porque su esposo había acabado por pensar en voz alta . Escucha, Carlos mío suspiró , júrame, ángel mío, que dentro de veinte años diremos otra novena a la Virgen para darle gracias por haber bendecido nuestra unión.

No hay que afirmar que pasamos por la de Pepita, quien de algún tiempo a esta parte se va haciendo algo ventanera y estaba a la reja, en una ventana baja, detrás de la verde celosía. No bien sintió Pepita el ruido y alzó los ojos y nos vio, se levantó, dejó la costura que traía entre manos y se puso a miramos.

Don Fermín quedó satisfecho del vestido, aunque no de que fuéramos al baile. El vestido, según pudo entrever acercando los ojos a la celosía del confesonario, era bastante subido, no dejaba ver más que un ángulo del pecho en que apenas cabía la cruz de brillantes, que Ana llevó también a la Iglesia para que se viera cómo hacía el conjunto.

Comiose con muy buen apetito y con mucho placer por estas noticias su escudilla de uña y morcilla el señor Viváis-mil-años, y se restituyó a su casa, sacó la celosía y colgó las bacías a la puerta, y se puso a rasguear la guitarra, esperando al primero que tuviese necesidad de rasurarse.

»El dia Lunes 20 de febrero de 1662 algunos de los cortesanos Españoles mas principales, que asisten en esta Corte á sus pretensiones, negocios y regocijos, representaron privadamente una Comedia española en el salón de el Palacio Real, á que asistio detras de çelosia su Excelencia con algunos Eminentisimos señores Cardenales1677. «La Gazeta ordinaria de Madrid. Martes 28 de deziembre 1677.

Antes de entrar miré al cielo. Aparecía cubierto por un leve manto de nubes, tan leve, que no conseguía velarlo por entero, semejante a una colcha de encaje con fondo azul. El sol, asomando su ardiente pupila por los agujeros de esta celosía de nubes, era el único curioso que nos observaba. El carruaje marchaba lentamente.