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Conque aquí tenemos al amigo Esteven repuso; un traguito, ¿eh? , hombre, pruebe este Jerez, que no es malo; he de preguntarle al Habilitado dónde lo hace comprar, para que me mande a casa algunas cajas. ¿Y estos cigarros? ahí va uno; si quiere se lleva la caja; también voy a decirle al Habilitado que me mande una partidita de mil, porque es raro encontrarlos tan en su punto y tan sabrosos como éstos... ¿Qué dice, mi amigo?

Tal vez la misma señora, tal vez alguna criada gallarda y ágil, descolgaba con regia generosidad una o dos morcillas, y las asaba en parrillas sobre el rescoldo. Comidas luego con blanco pan, con un traguito de vino de la tierra, que es el vino mejor del mundo, y en sabrosa y festiva conversación, sabían estas morcillas a gloria. Es injusta la fama cuando asegura que se come mal por allí.

Quilito le miraba comer, y su estómago, en ayunas, excitado por los ojos y el olfato, rezongaba, impaciente. Con mucho gusto hubiera trincado con el tío, pero le daba vergüenza mostrar que tenía hambre; un traguito, , bebería, para no desfallecer en el trance fatal, pero le repugnó ver a Agapo chupar la boca de la botella con sus labios grasientos.

No: no somos ni podemos ser amigos exclamé con la exaltación de la embriaguez . ¡Lord Gray, le odio a usted! Otro traguito dijo el inglés con socarronería . Hoy está usted bravo. Antes de beber, habló de matar a un hombre. , ... Y ese hombre es usted. ¿Por qué he de morir, amigo? Porque quiero, lord Gray; ahora mismo. Elija usted sitio y armas. ¿Armas? Un vaso de Pero Jiménez.

Si vuestra merced quiere un traguito, aunque caliente, puro, aquí llevo una calabaza llena de lo caro, con no cuántas rajitas de queso de Tronchón, que servirán de llamativo y despertador de la sed, si acaso está durmiendo. -Quiero el envite -dijo Sancho-, y échese el resto de la cortesía, y escancie el buen Tosilos, a despecho y pesar de cuantos encantadores hay en las Indias.

Pero la cosa se había hecho para comer; y al poco rato, la blanca carne de la merluza, revuelta con los sabrosos adornos, estaba en todos los platos. Y ya que dimos fin con la pobre, ahora otro traguito. Decididamente, el tío se ponía alegre. Las niñas recordaban como un sueño la cara irónica y glacial de otras ocasiones.