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También esto lo repugno; no, Cristeta no es mujer que se entregue a cualquiera de la noche a la mañana, mucho menos en aquellas circunstancias, sin necesidad, porque yo le regalé mil duros... para vivir un año. Entonces, ¿en qué quedamos? No, pues lo que es yo no he colaborado a la venida del angelito al mundo. ¡Poca prisa que se hubiese dado ella a buscarme!

La saqué de la miseria, la vestí, la calcé, le di regalo, comodidades, cuanto pudiera apetecer. Ella abría la boca y yo abría el bolsillo, y palante siempre. Pues mira el pago. Dice que soy un bruto, que le repugno, que le doy asco. Le mando un ramo de flores y lo pisotea. Le escribo cartas y no me contesta. Voy a verla y me recibe con un gesto... En fin, la he mandado a paseo.

Quilito le miraba comer, y su estómago, en ayunas, excitado por los ojos y el olfato, rezongaba, impaciente. Con mucho gusto hubiera trincado con el tío, pero le daba vergüenza mostrar que tenía hambre; un traguito, , bebería, para no desfallecer en el trance fatal, pero le repugnó ver a Agapo chupar la boca de la botella con sus labios grasientos.

Aunque Rafaela lo repugnó, D. Joaquín no quiso ceder nunca: no la obedeció contra su costumbre, e hizo bordar en los tapices, reposteros y cortinas de su antecámara, y pintar en sus coches, el escudo de armas de los Figueredos, con las cinco hojas de higuera, en memoria de las cinco doncellas que Güesto Ansures había libertado, cuando las llevaban a la morería para pagar el feudo de ciento a que se obligó al rey Mauregato.

Pero este género de gloria acabó por cansarle, y sobre todo le repugnó al cabo, por el peligro, que vio al fin patente, de convertirse en un oso metafísico y filarmónico, pero oso, en un Ata Troll de carne y hueso.

Esta costumbre o abuso la hallé establecida, y se practicaba en el tiempo de los jesuitas; y aunque desde luego me repugnó y lo di a entender, como se me encargó siguiera en todo el método de mi antecesor, y vi que así en los pueblos del inmediato mando del gobernador como en los demás tenientazgos se practicaba lo mismo, no tuve por conveniente el hacer yo novedad en una cosa en que tienen imbuidos a los indios, que hacen un grande obsequio al santo de aquel día en repartir parte de sus bienes entre quienes no lo necesitan, y sería mejor los repartieran a los necesitados, y se ofenden si alguno rehúsa el recibir su regalo; en fin, ello va así hasta que Dios provea de remedio.

Preguntáronle sus padres si le habían pagado, y repuso: «No estaba don Luis; ya le veré en el SenadoLo cierto era que, como en casa del señor de Ágreda quien satisfacía todo gasto era Paz, a Pepe le repugnó la idea de que fuese ella quien le pusiera en la mano el puñado de duros ofrecido por su padre.

El marido es comerciante en sederías. Tiene unos cuarenta mil pesos. Encontrábamos a dos niñas con sus novios respectivos. Ni una peseta; el palmito y nada más. Pasábamos cerca de un caballero anciano. Adiós, D. Juan... Propietario rico; su labranza vale más de cien mil pesos. Parecía que estaba dedicado exclusivamente a tasar los bienes ajenos. Me repugnó algo aquella sórdida cualidad.

No alcanzó a más su sagacidad, y aun esto le repugnó sobremanera, pues toda tardanza se le antojaba complicidad en el mal y todo fingimiento le parecía indigno del noble fin a que enderezó la voluntad. Era fogoso, arriscado; mas adivinando en su hermano un terrible adversario, comprendió que las circunstancias ponían trabas a su celo.

Le repugnó confundirse con la muchedumbre que vagaba por los alrededores del Casino. Su deseo de no seguir adelante le sugirió una idea. «¿Si fueses á sorprender á Alicia en su casa?... ¡Lo agradecería tantoDos veces más había estado en Villa-Sirena. Miguel encontró á «la Generala» menos hostil y dominadora que la había imaginado; pero no pudo comprender el apasionamiento de Castro.