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Dichas piedras, aunque muy porosas, y por lo tanto de fácil desmoronamiento, son apreciadas, y su transporte se hace en grandes bancas, que son vaciadas al pié del puente colgante, ó á las márgenes de los muchos esteros que afluyen al Pasig.

Carreño se reía a carcajadas con estos dichos de su mujer; y como era bastante más avisado que ella, no los usaba tan crudos; pero en el alcance de la intención, no la iba en zaga. Las hijas, cargadas de similores y de cintajos, muy porosas y verdegueando, con la misma intención de casta rajaban en un estilo mixto de lo más malo de los otros dos.

Es una admirable caverna construida con cristalizaciones y rocas porosas, larga y estrecha, iluminada de un modo fantástico que produce efectos singulares de luz y sombra, llena de infiltraciones que hacen caer las gotas de agua por entre millares de cornisas truncadas, columnas retorcidas, pedestales rotos, grietas luminosas ú oscuras, alquitraves, molduras, relieves y todos esos primores de arquitectura caprichosa que el artista invisible produce en las cavernas, las cataratas, los torrentes, etc., sin mas buril que la gota de agua cristalina, la paja ó el chorro estrepitoso, cuyo eterno curso ó golpe taladra, hiende, labra y modula todas las rocas; imágen pintoresca del pensamiento humano obrando sobre la inmensa roca del error.

El agua cae sobre las anchas y porosas hojas y busca a su amiga la sal; pero la sal está aprisionada en el menudo tejido de la planta. Entonces el agua se lamenta de los desdenes de la sal, le reprocha su inconstancia, la amenaza con olvidarla. Y la sal, enternecida, hace un esfuerzo por salir de su prisión y se une en un abrazo con su amada.

Se requiere larga práctica y rara habilidad para preparar el trépang, porque basta un punto más o menos de hervor para echarlo a perder. El exceso de calor cubre de vejigas a las olutarias y las vuelve porosas como esponjas, y, por el contrario, la falta de calor suficiente les hace perder la consistencia, y entonces se pudren e inutilizan en pocas horas.

Y allí, ¡qué fiesta tan hermosa! ¡Qué desayuno aquel! ¡El comedor que parecía un jardín! Sobre blanco mantel las garrafas llenas de leche fresca; en fuentes que sólo salían cuando repicaban recio, pasteles, tortas, hojaldres, las bizcotelas del convento de las Teresitas, suaves, esponjadas, porosas, llovidas de azúcar como nieve; vasos y copas que de limpios parecían diamantes.