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Contrariamente a sus instintos, el antropófago no opuso la menor resistencia; pero sus pequeños ojos negros lanzaban extraños relámpagos. Se dejó atar sin pronunciar una sílaba y transportar a bordo del junco por los chinos, que volvieron a la pesca del trépang. Y ¿no nos traerá esto complicaciones, tío? preguntó Hans.

Defended vos vuestro trépang dijo una voz. ¡Eh, tunante; ven aquí a repetir esas palabras, si te atreves, o deja al menos que yo te vea la cara! dijo el Capitán, perdiendo la paciencia. Ninguno respondió; pero tampoco ninguno hizo el menor ademán para saltar en tierra.

¿Son valientes? Cuando los espolea el hambre, . Han exterminado y devorado las tripulaciones de algunos barcos. Hay que vigilar mucho y no dejar que ninguno se acerque sin nuestro permiso. Los chinos, tranquilizados, emprendieron otra vez la faena de preparar el trépang, mientras los pescadores salieron otra vez en busca de olutarias.

Después mandó traer a tierra un centenar de botellas vacías, que hizo reducir a cascos, los cuales esparció alrededor de los toldos de trépang. Aquellas puntas agudas y cortantes eran un serio obstáculo para los pies desnudos de los antropófagos.

respondió el Capitán, que en aquel momento tenía puesta toda su atención en el agua de la bahía . Aquí hay una verdadera fortuna para nosotros y para el armador del junco. ¿Abunda aquí el trépang? preguntó el mayor de los dos muchachos. , Cornelio: haremos una pesca abundantísima en pocas semanas. Estoy impaciente por ver cómo se hace esa pesca.

Ya que eres un hombrecito que no conoce el miedo respondió Van-Stael . Un día seréis dos valientes y hábiles marinos. Ahora, sobrinos, prosigamos nuestra faena. Es preciso atender cuidadosamente a la preparación del trépang, o estos indolentes chinos nos lo echarían a perder. La chalupa de los pescadores volvía otra vez a la orilla, cargada de moluscos.

Queda, pues, explicado cómo aquel junco, con tripulación china mandada por europeos, había anclado en aquella profunda bahía de la costa de Carpentaria, donde tanto abundan los trépang. II. LOS PESCADORES DE TR

¿Cuentas con los chinos, Hans?... ¡Buena tripulación de conejos!... ¡A los primeros disparos se esconderían en la estiba! Es que no veo tan fácil asaltar un barco. ¿Y cuando tengamos que saltar en tierra para colocar la caldera? ¿La caldera? ¡Ah, ! Olvidaba que vosotros no sabéis aún lo que es la pesca del trépang. Todavía sois marinos de agua dulce.

El miedo los tenía cohibidos, y a no ser por la persuasión en que estaban de no ser Van-Stael hombre que pasara por movimiento mal hecho, no habrían tardado en refugiarse en el junco, abandonando el trépang que se oreaba bajo los toldos.

¿Y se paga caro el trépang? Carísimo, Cornelio. La calidad mejor se paga en los mercados chinos de veinte a treinta y cinco pesos el pikul . Los hay de calidad inferior, que se pagan entre seis y diez pesos. Debe de ser muy buen negocio para los pescadores. No siempre, Hans, porque las olutarias, lo mismo que las ballenas, van ya escaseando.