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Usted me dispensará... Yo buscaba a una tal Paca..., una operaria de la fábrica, ¿sabe usted?... Necesito con mucha urgencia darle una noticia... Si usted me hiciese el favor..., yo le agradecería en el alma. ¿Qué favor quiere usted que le haga? Hacer que salga para que pueda decirle no más de dos palabras. ¿Cuál es su apellido y en qué taller trabaja?

Sin esta reforma declaraban explícitamente los interesados que se operaría muy pronto una completa disolución en el ejército, y por lo tanto, dejando de ser la escuela del honor, ni lo habría en el país, ni nos levantaríamos jamás a la altura de otras naciones, ni habría prosperidad ni poderío ni pundonor en toda la vida.

Un día de gran calor pidió a la operaria que halló más próxima que le prestase un poco de agua, y esta, que acababa de destapar un colmado frasco de cristal para beber por él, le contestó secamente: «No tengo meaja». Señaló la protestanta al frasco, con ira silenciosa, y la operaria, levantándose, lo tomó y derramó por el suelo su contenido sin pronunciar una palabra.

Al efectuar este descubrimiento el año de 1832, inmediatamente calculé las pingües ventajas que podria reportar á la república el laboreo de estas minas; y no cabe la menor duda en que se operaria un cambio favorable de cosas, proporcionando á sus habitantes el material y los medios para entregarse á todo género de empresas industriales.

Aquella tarde, al salir de los talleres, vieron las operarias, colgado cerca del quicio de la puerta, el cartel de rigor: «Habiendo sido cogida con tabaco en el acto del registro la operaria del taller de cigarros comunes, Rita Méndez, del partido núm. 3, rancho 11, queda expulsada para siempre de la Fábrica. El Administrador Jefe, FULANO DE TAL».

Cierto día se difundió por la Fábrica siniestro rumor: Rita de la Riberilla, una operaria, había sido cogida con tabaco. ¡Con tabaco! ¡Jesús, si parecía una santa aquella mujer chiquita, flaca, con los ojos ribeteados de llorar, que solía atarse a la cara un pañuelo negro a causa, quizá, del dolor de muelas!

El cepillo colocado al lado del altar, donde los días de cobranza cada operaria echaba alguna limosna, nunca se vio tan lleno de monedas de cobre; el cajón que contenía la cera de alumbrar, estaba atestado de blandones y velas; más de sesenta cirios iluminaban los días de novena el retablo; primero les faltaría a las cigarreras agua para beber, que aceite a la lámpara encendida diariamente ante sus imágenes predilectas, una Nuestra Señora de la Merced de doble tamaño que los cautivos arrodillados a sus plantas, un San Antón con el sayal muy adornado de esterilla de oro, un Niño-Dios con faldellines huecos y un mundito azul en las manos.