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Los conocía; eran á modo de microbios, de gérmenes maléficos, adheridos á él para siempre. Y deseaba que su sabio amigo encontrase un antiséptico para exterminarlos. Además dijo Novoa , si existen probabilidades de ganancia, estas probabilidades son proporcionales á las fortunas de los jugadores. Un jugador pobre tiene menos probabilidades de ganar que otro que disponga de capitales.

Pero no; se trataba de una calumnia infame, de una de esas calumnias ante las cuales no retroceden ciertos seres viles y maléficos que no se cuidan del honor de un hombre ni del reposo de una mujer. Sin embargo, ese nombre... «Juana Dodson»... era el de la institutriz a quien ella había reemplazado en el castillo, y quizá... ¡No! No podía, no quería creerlo...

Verdad es que aquellos seres no tenían derecho al dictado de dioses; maldecidos por la iglesia, se transformaban en diablos, en demonios maléficos, ó tolerados por ella, se convertían en genios tutelares, dioses de contrabando, invocados únicamente á hurtadillas.

Los Orientales creen que estos genios, entre los cuales los hay buenos y malos, propicios y maléficos, habitaron la tierra muchos siglos antes de la creacion de Adan, y que los que sobrevivieron á la destruccion con que fueron castigados por sus maldades, combatidos por un antiguo rey persa llamado Tahmurath, tuvieron que retraerse á las famosas montañas de Kaf.

Quiso seguir este camino, mas sus conductores le advirtieron que mirase dónde iba á parar aquella hermosura, y vió que iba á rematar en ciertas profundidades y altísimos precipicios, de donde salían disonantísimos gritos y vocinglería, de suerte que se persuadió estaban celebrando allí sus paisanos algún solemne banquete; pero bien presto le sacó del engaño una cuadrilla de demonios feísimos con terribles semblantes y descompasados movimientos del cuerpo; unos con cara de tigres, otros de dragones y cocodrilos y algunos con apariencias de tan monstruosas y terribles formas, que no sufría el ánimo mirarlos; echaban todos por la boca y por las otras partes del cuerpo llamas de color negro y espantoso, y gritando y discurriendo de una parte á otra remedaban las danzas y bailes de los indios, hasta que agarrándose del pobre neófito, que estaba todo temblando creyendo que aquella fiesta era por él, hicieron gran fiesta gritando: «El, él es, Xarupá nuestro amigo, que antiguamente era nuestro devoto y usaba de los hechizos maléficos que enseñamos á sus abuelos