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En la colección del Archiduque hay, en escritura demótica, conjuros para evocar á Osiris, á Chu, dios del Oriente, y á Amón, dios del Mediodía. La magia y la teurgia eran ciencias muy cultivadas en Egipto, y con cuyo auxilio se atraía á la luna desde el cielo, se aprendía el lenguaje de los pájaros, se transformaban las varas en serpientes y se hacían otra multitud de milagros.

Verdad es que aquellos seres no tenían derecho al dictado de dioses; maldecidos por la iglesia, se transformaban en diablos, en demonios maléficos, ó tolerados por ella, se convertían en genios tutelares, dioses de contrabando, invocados únicamente á hurtadillas.

Si bien fué Madrid la primera y principal residencia del arte dramático, por concentrarse en él todo el poder y todo el brillo de la nación, también se erigieron en todas partes escuelas dramáticas análogas, que extendían más, con rapidez maravillosa, las excitaciones recibidas de la capital, y transformaban las creaciones del gran poeta en bienes comunes á la nación entera.

Las aldeas de pescadores se transformaban en pueblos elegantes; los grandes hoteles de París y Londres edificaban sucursales enormes en las desiertas bahías; las tiendas más lujosas del bulevar instalaban su filial en villorrios donde algunos años antes todo el mundo andaba descalzo.

Su rigidez no dejaba adivinar con palpitaciones materiales el agua abrasadora, el vapor asfixiante, el fuego anonadador, a los que bastaba el más leve escape para atraer la catástrofe y la muerte. Las fuerzas ciegas y crueles estaban domadas, canalizadas, sumisas, dúctiles, se transformaban en silencio; realizaban sus transmutaciones de vida con religioso quietismo.

Devoraban los vecinos su rabia en silencio. ¡Ladrón, más que ladrón! ¡Vaya un modo de trabajar!... Aquel hombre parecía poseer con sus membrudos brazos dos varitas mágicas que lo transformaban todo al tocarlo. Diez semanas después de su llegada, aún no había salido de sus tierras media docena de veces.

Como si la tierra de Italia estuviese fecundada por un espíritu nuevo, hasta los prófugos de la antigua Bizancio, que habían traído como penates la ciencia y las letras de los antiguos, las transformaban, al transmitirlas y enseñarlas a los italianos, en algo lleno de novedad, de vida y de sugestión poderosa.

El telescopio llegaba a alcanzar mundos tan remotos, que el rayo de luz llegaba hasta la lente después de un viaje de tres mil años. Y todos estos mundos incontables nacían, se transformaban y morían como los seres. En el espacio no había reposo, lo mismo que en la tierra. Unas estrellas se apagaban, otras brillaban macilentas, otras lucían con el estallido de vida de la juventud.

Vio que las costumbres de Madrid se transformaban rápidamente, que esta orgullosa Corte iba a pasar en poco tiempo de la condición de aldeota indecente a la de capital civilizada. Porque Madrid no tenía de metrópoli más que el nombre y la vanidad ridícula. Era un payo con casaca de gentil-hombre y la camisa desgarrada y sucia. Por fin el paleto se disponía a ser señor de verdad.

Según caminaba, el monte se hacía cada vez más ralo y más bajo: las robustas encinas se transformaban en chaparros. La naturaleza rocosa del terreno, oculta en el parque y en el bosque, se mostraba ya al descubierto. Las piedras asomaban por todas partes. Algunas veces veíaselas desprendidas y yacentes en enormes bloques unas sobre otras en perenne equilibrio.