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1 Pasados estos negocios, aconteció que Nabot de Jezreel tenía en Jezreel una viña junto al palacio de Acab rey de Samaria. 3 Y Nabot respondió a Acab: Guárdeme el SE

... hombre del diablo exclamó Rafaela riendo . ¿Qué crimen meditas? ¿Quieres matar a mi excelente D. Joaquín? Guárdeme Dios de semejante pecado contestó Arturito ; pero si él buenamente se muriera.... No pienses ni digas tan abominable desatino. Es horroroso desear la muerte de alguien, y más aún la de una persona que tanto te quiere.

Pero ya que no se entera, ni como ella fué descrita á la posteridad, quedará por lo menos renovada con mas larga relacion de la que los antiguos Catalanes nos dejaron; cuyo descuido nació de parecerles que los hechos tan esclarecidos la fama los conservara con mayor estimacion que la Historia, y que el tiempo no las pudiera oscurecer. Guárdeme Dios á V.S. Ilustrísima muy largos años.

Don Silvestre se hubiera largado muy serio sin decir una palabra más; pero su amigo, agarrándole por las haldillas del chaquetón, le rogó que le escuchara. «Has hablado, Silvestre, como un libro; y guárdeme Dios de refutar lo más mínimo de tu discurso. Pero sabe que yo también reniego de la corte, y que la aborrezco con todos mis sentidos.

Arrastraba aquella mujer una astrosa bata de lana roja con cuadros negros, que parecía haber servido de alfombra en un salón de baile de Capellanes. «Guárdeme la tienda un ratito le dijo la Sanguijuelera , que voy con mi sobrina a un recado... ¿No conocía usted a mi sobrina? ¿Ve usted qué moza?... Isidora, esta señora es una amiga..., pared por medio.

Venía cansadísimo, fatigado, como perro jadeante, apoyándose en el bastón de puño de oro, arrollada sobre los hombros la española capa, echado hacia la nuca el sombrero de copa. Había ido a pasear por los callejones de Barrio Viejo su esponjada prosopeya. Al verme se detuvo: Amiguito: ¿va usted a donde todos, no es eso? ¡Vengo medio muerto! ¿Llegó usted hasta la cascada? ¡Guárdeme el Cielo!

Guardéme bien de ponérselo en duda siquiera; me despedí de él muy afable, y me dirigí a la casa del médico, que estaba a dos pasos.