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Ignoro qué pensará Vd. de este arte de la equitación que estoy aprendiendo; pero presumo que no lo tendrá por malo. ¡Si viera Vd. qué gozoso está mi padre y cómo se deleita enseñándome! Desde el día siguiente al de la expedición que he referido, doy dos lecciones diarias. Día hay, durante el cual, la lección es perpetua, porque nos le pasamos a caballo.

»Cuando Manuel marchó al Havre para embarcarse, me rogó que recibiese cuantas cartas llegasen para él. «Casi todas me dijo serán de negocios; las abres y contestas según instrucciones que luego te daré.» Y después, enseñándome el sobre de una escrita por Felisa, añadió: «Las que tengan esta letra me las guardasCon posterioridad a su partida llegaron varias que conocí ser de ella, y las guardé: luego faltaron, y como hace tres días recibí la de V., y la letra del sobre en nada se parece a la de Felisa, claro está, la abrí y leí.

Te conozco, Malo... Pierdes el tiempo enseñándome esas asquerosidades... Mi carne está muerta... Gloria al Señor... La impureza no entrará en la casa de su siervo. Maltrana, en la apacible calma de su nueva existencia, terminó pronto el libro del marqués de Jiménez. El grave prócer mostrábase satisfecho del trabajo.

Parece que ha modificado, elevado, purificado mis instintos... todo mi ser... que me hubiese enseñado... ¿cómo lo diré? el origen divino de las cosas, enseñándome a ver, a comprender el lado bueno de todo lo que he dicho... de cuanto veo y cuanto siento... Así es que, gozando como nadie en el mundo, mis alegrías son celestiales... Placeres de los ángeles.

Pues bien: está Vd. perdonado, con tal de que siga llamándome su amigo nada más. En todos se notaba una afectuosa y sincera familiaridad. Al llegar a su casita, que estaba, como es costumbre, junto a la pequeña iglesia parroquial, y en lo que podía llamarse plaza, el cura, enseñándome una bella casa grande, la más bella quizás del pueblo, me dijo: ¡Ahí tiene Vd. nuestra escuela!

Cruzábase en la mesa vivo tiroteo de bromas, piropos, que entre los dos sexos suele preludiar a más serios combates. Primo, me extraña mucho que estando a mi lado no me sirvas el agua. Los aldeanos no entendemos de política: ve enseñándome un poco, que por tener maestras así.... Glotón, ¿quién te da permiso para repetir? El plato está tan rico, que supongo que es obra tuya. ¡Vaya unas ilusiones!

Pues de Dios, de... de qué yo... no me preguntes, porque para explicártelo, tendría que ser sabia como , y yo no jota, ni aprendo nada, aunque doña Lupe y las monjas, frota que frota, me hayan sacado algún lustre... enseñándome a no decir tanto disparate. Santa Cruz estuvo un gran rato pensativo.