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El cacicazgo por lo general, entre esta clase de indios, no es de sangre, como firmemente lo observan sus ascendientes los Araucanos: es por eleccion, y solo para los casos de guerra y parlamentos, y fuera de esto no le guardan respeto ni miramiento alguno, y en sus riñas salen tan descalabrados los gefes como los demas, si no tienen la suerte de defenderse con destreza, que en tales casos y resultas es cuando se acreditan para ser elevados á caciques.

¡Musas, decidme los nombres de los guerreros que allí cayeron ó salieron descalabrados bajo los garrotazos de los hijos magnánimos de Entralgo, porque yo no acierto á contarlos! , bizarro Angelín de Canzana, tumbaste de un estacazo en medio de la cabeza, al esforzado Luisón de la Granja, hijo del tío Ramón, famoso domador de potros.

«E el jueves que se contaron ocho dias de febrero, estando justando delante de la ALJAFERIA los señores Infantes, todos cinco fijos legítimos del dicho Señor Rey, é con ellos muchos caballeros, é escuderos castellanos, é catalanes, é aragoneses, é moros, que habian venido al dicho Señor Rey por embajadores de su rey moro de Granada, todos vestidos con alborzones, é capuces, é ajuvas moriscas, é espadas ginetas de plata, é sus adargas en las manos, é cañas en las otras, é muchas trompetas delante de ellos faciendo muy grande alborozo ante las puertas de la dicha ALJAFERIA jugando unos con otros á las cañas, é tan grande fué el juego que ende ficieron, que pareciera pelea, é las gentes de Aragon como lo tenian por estraño, como estaban mirando la justa, que por esto no cesaba, no sabian á que parte mirar: en manera que muchos dejaban la justa por mirar el juego, é viérardes ir ginetes nuevos descalabrados, é otros cayendo de los justadores, é asi ficieron su solaz aquel dia, fasta que la escuridad de la noche los partió unos de otros, é los fijos del Rey vinieron al Rey con grande alegriaDespues el Rey deseando dar muestras de su largueza, abrió las arcas de su cámara y regaló a los que concurrieron á su fiesta, y hasta á los criados de la Reina; alhajas, ropas ó dinero.

Las escenas amorosas terminaban por lo regular con tan imprevistos incidentes, como imprevistas eran las resoluciones de los consejos y el éxito de las miles de empresas. Excuso decir que en los combates los descalabrados eran siempre los moros, por más razón que tuviesen, no amparándoles ni aun la poderosísima de ser á veces más los malos que los buenos.

irás lejos... Te lo digo yo, que he visto de cerca a los grandes personajes. Y pensaba en su hijo, en su Pepín, que ya tenía siete años y llevaba descalabrados a varios chicos de la vecindad. Era un genio asombroso para echar la zancadilla y poner la piedra donde fijaba el ojo. Pepín pertenecía a otra raza: la de su padre. Había nacido para obedecer, para quedarse abajo.