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Para oponerse a la insensata determinación de su marido, Doña Francisca no se fundaba sólo en las razones anteriormente expuestas; tenía, además de aquéllas, otra poderosísima, que no indicó en el diálogo anterior, quizá por demasiado sabida. Pero el lector no la sabe y voy a decírsela. Creo haber escrito que mis amos tenían una hija.

Alejandro Dumas; óigalo ese famoso novelista, que ha hecho tanto daño á este mundo, como la peste que más daño haya hecho; óigalo esa celebridad que ha descompuesto tantos matrimonios; que ha torcido tantas ideas; que ha enloquecido tantos corazones; óigalo ese genio francés, cuyas novelas han dado veneno á tantas jóvenes incautas, engañadas y seducidas por sus encantadoras fantasmagorías, óigalo el eminente novelista Dumas; óigalo esta Francia que ha dado tanto oro, tanta fama, tanta honra, tanto aplauso, á los chismes y á las mentiras de ese novelista sin conciencia, de ese vendedor de falsas novedades: oiga la Francia, esta culta, esta rica, esta poderosísima Francia, lo que voy á decir: tres españoles, tres cafres de allende el Pirineo, caminan tristes, están afligidos, porque acaban de ver un espectáculo que desdora á esta gran nacion.

Y cuando hayamos ensamblado y considerado todos estos motivos de ruina que han convergido sobre este pueblo, como sobre infinidad de tantos otros, todavía habremos de juntar a ellos, como calamidad suprema, otra poderosísima que inaugura la Casa de Austria, con Felipe II, y persevera con intensidad ascensional hasta estos tiempos. Hablo de la burocracia y del expediente.

Venía el catedrático de Patología, un señor que tenía más cara de sacristan que de médico. Nombrado por la poderosísima voluntad del Vice Rector sin exigirle más méritos ni más títulos que la adhesion incondicional á la corporacion, pasaba por ser un espía y un soplon á los ojos de los otros catedráticos de la Facultad.

No era posible que entre millares de hombres, formando una asociación poderosísima, no se albergasen la ambición, la codicia, el apetito de deleites y regalos y otras mundanas pasiones; pero entonces era tan elevado el propósito, era tan generoso y fecundo el pensamiento capital que informaba á la Compañía, y era tan numerosa y refulgente la falange de sus héroes, de sus santos, de sus exploradores, de sus sabios y de sus mártires, que deslumbraba con su resplandor y no dejaba ver lo vicioso y lo malo que había en la Compañía y que es tan inherente y propio y tan difícil de extirpar por completo de nuestra decaída naturaleza.

Vióse entonces una lucha como jamás se ha visto bajo el cielo de Filipinas: la de un pobre indio, ignorante y sin amigos, fiado en su derecho y en la bondad de su causa, combatiendo contra una poderosísima corporacion ante la cual la justicia doblaba el cuello, los jueces dejaban caer la balanza y rendían la espada.

Cuando el tío contestaba que porque era pobre, Lucía afirmaba que la paga de oficial retirado era más que suficiente; que además la chacha Ramoncica estaba poderosísima con lo que había ahorrado, é iba á dejarle por heredero, y que, por último, podía casarse con una rica.

El chino Quiroga me ha ofrecido por él seis mil pesos para regalárselo á una poderosísima señora... Y no son los verdes los más caros sino estos azules. Y separó tres piedras no muy grandes, pero gruesas y muy bien talladas, con una ligera coloracion azul. Con ser más pequeños que el verde, continuó, cuestan el doble.

A Hervieu le enamoran los locos y cuanto hay de independiente y sobrenatural en su desvarío; el protagonista de «El desconocido» es un demente «lógico». La emoción trágica de este libro es poderosísima; un ambiente de manicomio lo envuelve; la afición fisonomista del héroe, que se complace en dar noticias estupendas para estudiar las rayas que el pánico ó la cólera pintarán sobre el rostro de su interlocutor; el guiño suigenérico de aquel médico covail que muestra los caninos al reír ¡sólo los caninos! en virtud de un peregrino fenómeno atávico de ferocidad; sus consideraciones acerca de la muerte y de la posición en que debemos dejar los ojos de los cadáveres... todo tiene una originalidad imborrable.

Eran ambos de continente severo, rostro lampiño y mirada que apareciera humilde si no fuese por lo tenaz, reveladora de una voluntad poderosísima. Tenían mansedumbre en la voz, daban a sus palabras el acento de una afabilidad melosa y persuasiva, pero a veces sus pupilas parecían incendiarse en el rápido e involuntario fulgurar de una energía indomable.