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¡Querría servir con Usía en la policía! ¿Conoce bien la ciudad? No, señor. ¡Bueno!... ¡Ya se hará a la cancha! ... Vea, no tengo sino puestos de vigilante; pero aquí, con buena conducta, se asciende pronto. Está bien, señor. Y diez minutos después recibía mi ropa en la mayoría , y quedaba como vigilante en la guardia del Departamento. El principio de mi carrera fue penoso y mortificante.

El Chiquito de Ciérvana se pavoneaba con la palanca al hombro, presuntuoso como un torero en el redondel, como un pelotari célebre en la cancha, mirando á las mujeres que ocupaban los balcones. ¡Olé, mi niño! gritaban los mineros. ¡Ené el Chiquito!... Ahora se va á ver lo bueno de las minas. ¡Aquí hay cartera para él!

Chillaban las mujeres; sobre sus chillidos se destacaba un grito mortal; luego venía un silencio profundo. Y la gente se apartaba, dejando sitio á un hombre con ojos de loco y la diestra roja de sangre. ¡Abran cancha, hermanos, que me he desgraciao!... Todos le abrían paso; nadie pretendía detenerle, ni aún el comisario, que procuraba estar lejos.

Para gallo sin traba, todo terreno es cancha. El 28 de octubre de 1746 hallábase en una taberna del Callao, reunido con otros como él y media docena de hembras de la cuerda, gente toda de no inspirar codicia ni al demonio.

Los antiguos patriotas chilenos no han olvidado, sin duda, las proezas del sargento Araya, de granaderos a caballo, porque entre aquellos veteranos la aureola de la gloria solía descender hasta el simple soldado. Contábame el presbítero Meneses, cura que fué de Los Andes, que después de la derrota de Cancha Rayada, el sargento Araya iba encaminándose a Mendoza con siete granaderos.

El paisanaje se había reunido en la «cancha» improvisada donde se medía las distancias a correr y en cuyas inmediaciones «se caminaban» del cabestro los parejeros que eran, sin disputa, tanto mejores cuanto peor aspecto presentaban.

El corazón se me enancha, Pues toda la tierra es cancha, Y de eso naides se asombre: El que se tiene por hombre Ande quiere hace pata ancha. 14 Soy gaucho, y entiendaló Como mi lengua lo esplica: Para la tierra es chica Y pudiera ser mayor; Ni la víbora me pica Ni quema mi frente el sol