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Ahora mesmo, al pasar por el Muelle, he visto á la mi mujer vestida de comedianta, con un gorro á modo de pimiento, una casulluca con estrellas, y un pendón lleno de letreros, y más de un centenar de babiecas detrás de ella echando vivas yo no á qué. Eso es de todos los días, hijo; y no te pasmara si hubieras visto lo que yo voy viendo.

Pepe ... ¡F...., no seas jumento, baja más!... ¡Eh! ¡eh! arriba ahora.... Al llegar al hueco de una puerta, el maestro, viendo que era fácil lastimarse, les gritó: ¡Cuidado con las manos! ¡Cuidado con los relieves, F....! se apresuró a gritar el duque . ¡Lo que menos me importa a son vuestras manos, babiecas!

El hombre de la capa dejó escapar una exclamación de desprecio mirando a la mujerzuela de arriba abajo y dirigiéndose después a , me dijo en tono confidencial: Estas babiecas, en cuanto que ven a un soldado con un pliego en la bayoneta, ya se sueltan a decir que es el indulto.

Y volvieron á manejar las disciplinas tan vigorosamente como antes, sin atender á las palabras y súplicas de los desconocidos, quienes renunciaron á seguir contemplando aquel triste cuadro ya que no podían impedirlo, y se pusieron apresuradamente en camino. ¡Por vida de los babiecas estos! exclamó Simón.

Pues Cobo Ramírez y otros babiecas como él, que la han llenado la cabeza de viento.... ¡Sin duda espera la tonta que venga un príncipe de sangre real a buscarla!... Ramoncito negaba belleza a su adorada. Es signo de hallarse profunda y sinceramente enamorado el hombre; no ser hija de la vanidad su afición. El exceso de amor le arrastraba a injuriarla.

Los babiecas ávidos de emociones agolpábanse frente a las fondas donde se alojaban las cuadrillas, esperando pacientemente la salida de los toreros para poder tocar con respeto los alamares del diestro.

La Revolución triunfó, y a las agitadas emociones del conspirador sucedieron en Jacobo las halagüeñas embriagueces del triunfo, las cínicas rapacidades de pretor romano, las ruidosas apoteosis de arcos de cartón y farolillos de papel a que le llevaban en hombros masas estúpidas arrastradas por su verbosidad, multitudes frívolas, que, por tener algo de mujer, prendábanse de su gallardía y gentileza y se prometían llevarle a defender la soberanía popular en los escaños del Congreso, a él, aristócrata orgulloso, tan sólo de nombre renegado, que se reía de ellos llamándoles paletos, babiecas y burgueses mentecatos, y corría, al separarse de estrechar sus manos, a lavarse y enjabonarse y perfumarse, para echar lejos de aquel insoportable hedor de la canalla...