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Actualizado: 21 de mayo de 2025
A fines del siglo XVIII y á la primera mitad del XIX, el tipo del hermano campanillero era popularísimo en Sevilla y el nombre de alguno de ellos ha pasado á la posteridad, como ocurrió con el llamado Felipe Batato, de quien decía la copla: «Si lo llaman pa ir al rosario dice que está enfermo, que no puede ir; si lo llaman pa i á la taberna, dice que se esperen, que se va á vestir.»
El siglo <sc>xx</sc> hará la historia del siglo <sc>xix</sc>. ¿Qué podía esperar Amparo? Una vida de sufrimiento. Porque Amparo tenía la desgracia de flotar, soñando, en alas de su entusiasmo, en una región a la cual sólo podía alzarse su deseo.
¡Y es tan positivista el siglo <sc>xix</sc>! En otros tiempos la hermosura y la virtud podrán haber sido un magnífico dote: hoy el dote está sobre la virtud y sobre la hermosura: los viejos son los únicos que se casan con las mujeres jóvenes, honradas y bonitas. El siglo <sc>xix</sc>, bajo cualquiera faz que se le mire, es el siglo de la sangre y del lodo. El siglo de la compraventa.
Capítulo XIX. De las discretas razones que Sancho pasaba con su amo, y de la aventura que le sucedió con un cuerpo muerto, con otros acontecimientos famosos
¿De qué nos serviría haber nacido en el siglo XIX, si el menor accidente hubiera de ser, como antaño, un mal irreparable? ¿Qué superioridad tendríamos entonces sobre los hombres de la Edad de Oro? No blasfememos del nombre sacrosanto del progreso. La cirugía operatoria se halla, gracias a Dios, más floreciente que nunca en la patria de Ambrosio Paré.
Solo diré que al pasar por Mâcon, preocupado con un recuerdo grato, me sentí como poseido de cierta veneracion hácia esa comarca interesante. Mâcon es la patria del glorioso Lamartine, ese patriarca de la poesía en el siglo XIX; y no podia ménos que gozar aspirando las brisas del país inmortalizado por la juventud, la lira sublime, la gloria y hasta los infortunios del Tasso frances.
Ahora hay esperanzas de fundar otro, con nombre de Nuestro Padre San Ignacio, hacia el Sur, en los Zamucos, que son más de mil doscientas almas, é inmediatamente los Ugaranós, que tienen la misma gente. Dichos Zamucos, ya vimos en el capítulo XIX cómo se alzaron y huyeron dando muerte al hermano Alberto Romero y á sus compañeros Chiquitos.
En el siglo XVIII y principios del XIX, estaban designadas con toda claridad las horas para remojarse los dos sexos, haciéndolo las mujeres «desde la madrugada hasta las once de la mañana, los hombres hasta el toque de oraciones, dejando los baños enteramente desocupados para que entraran las mujeres hasta las diez de la noche.»
EL siglo XIX pasó ya, y nos hallamos en el XX, de lo que debemos alegrarnos por haber pasado también la manía, que cundió entre los escritores, por todas partes y durante muchos años, de calificar de fin de siglo las bellaquerías y maldades.
Pero, en fin, el hombre que ahí duerme; el hombre enterrado en esa tumba que vamos á ver; ese hombre que queria trastornar el siglo XVIII y el siglo XIX; que los trastornó hasta cierto punto, como una tempestad trastorna la atmósfera; el cautivo de Santa Elena, que habló tantas veces por boca de esas culebrinas, habló tambien más de una vez por boca de la inteligencia; estos cañones anunciaron un pensamiento, y el pensamiento es un conquistador de tan alta estirpe, que hay que perdonarle muchas faltas.
Palabra del Dia
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