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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Expulsando con indignada energía del espíritu humano aquella falsa concepción de la igualdad que sugirió los delirios de la Revolución, el alto pensamiento contemporáneo ha mantenido al mismo tiempo, sobre la realidad y sobre la teoría de la democracia, una inspección severa que os permite a vosotros, los que colaboraréis en la obra del futuro, fijar vuestro punto de partida, no ciertamente para destruir, sino para educar el espíritu del régimen que encontráis en pie.

»Un amor incontrastable, y una ocasión desgraciada para vuestra noble madre, y aprovechada por , no si con harta locura, son la causa de vuestro nacimiento. »No dudéis de vuestra madre; ni aun siquiera sabe quién es vuestro padre, ni el lugar en donde os ha dado á luz.

Trátase, dixo el filósofo, de unos pedacillos de tierra tamaños como vuestro pié, y no porque ni uno de los millones de hombres que pierden la vida solicite un terron siquiera de dicho pedazo; que se trata de saber si ha de pertenecer á cierto hombre que llaman Sultan, ó á otro que apellidan César, no por qué.

Al cabo de poco tiempo hubiera pensado que me había herido una nueva maldición, si el oro os hubiera alejado de . Había llegado a tanto la necesidad de vuestras miradas, de vuestra voz y del tacto de vuestros pequeños dedos. Vos no sabíais cuando erais muy pequeña, vos no sabíais lo que vuestro viejo padre Silas sentía por vos.

Oidme; por vos perdono á vuestro hermano y tomo sobre toda la culpa de lo ocurrido, ya que yo misma fuí en busca del peligro. ¿Estáis contento? ¡Cuán dignas de vos son esas palabras! En ellas hallaréis sin duda más placer que en vuestras primeras ideas de venganza. Movió ella la cabeza en señal de duda y al mirar á lo lejos lanzó una ligera exclamación que revelaba más sorpresa que placer.

Los cuales, así como acabaron de conocer a Sancho Panza y a Rocinante, deseosos de saber de don Quijote, se fueron a él; y el cura le llamó por su nombre, diciéndole: -Amigo Sancho Panza, ¿adónde queda vuestro amo?

Aun más que para mi palabra, yo exijo de vosotros un dulce e indeleble recuerdo para mi estatua de Ariel. Yo quiero que la imagen leve y graciosa de este bronce se imprima desde ahora en la más segura intimidad de vuestro espíritu.

No haré yo tal, dijo el barón de Morel, sin ver antes á quien así habla y decirle dos palabras. ¿Cuáles son su nombre y sus títulos? Imposible nombrarle, señor, sin su permiso. Pero ved que si entráis montará en ira y entonces.... Creedme, mi buen señor; ¡no sabéis de quién se trata! Discreto sois, avisado estáis; ¡seguid, por merced, vuestro camino!

Todo lo miró y todo lo notó don Quijote, y juzgó de lo visto y mirado que el ya dicho caballero debía de ser de grandes fuerzas; pero no por eso temió, como Sancho Panza; antes, con gentil denuedo, dijo al Caballero de los Espejos: -Si la mucha gana de pelear, señor caballero, no os gasta la cortesía, por ella os pido que alcéis la visera un poco, porque yo vea si la gallardía de vuestro rostro responde a la de vuestra disposición.

Sois mezquino y cobarde, que si no lo fuérais, yo os salvaría. ¡Vos! ¡Yo! ¿Y podéis? Puedo. Os daré mi caudal. Yo no quiero vuestro oro. Pues ¿qué queréis? Vos queréis algo. Quiero vuestra conciencia. ¡Mi conciencia! , quiero que matéis á la persona que una persona que yo os diré, os nombre. ¡Matar! yo no tengo valor para matar... yo no he matado á nadie. Habéis matado hace dos horas...

Palabra del Dia

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