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Actualizado: 16 de julio de 2025
4 Y volviéndose a levantar de mañana el siguiente día, he aquí que Dagón había caído postrado en tierra delante del arca del SE
Y, volviéndose a Sancho, le pidió la celada; el cual, como no tuvo lugar de sacar los requesones, le fue forzoso dársela como estaba.
Y al mismo tiempo que ellos iban llegando a la puerta de Carmona, atisbó el Cojuelo entrar por ella a caballo, con vara alta y los dos corchetes que sacó del infierno, a Cienllamas; y volviéndose a don Cleofás, le dijo: Aquel que entra por la puerta de Carmona es comisario de mis amos, que viene contra mí a Sevilla: menester es guardarnos.
Sin embargo, dijo la madre tranquilamente, aunque volviéndose cada vez más pálida, esta insignia me ha dado, y me da diariamente, y hasta en este momento, lecciones que harán á mi hija más cuerda y mejor, aunque para mí no sean ya de provecho. Ahora lo sabremos, dijo el Gobernador, y decidiremos lo que hay que hacer.
El suceso fué un bien asentado golpe de revés en la pecadora boca, que dió con el orador y su elocuencia en tierra, y volviéndose el caído y todo el concurso a ver de qué mano se había disparado el ballestazo, vieron salir por delante de todos el airado cuanto venerable Gerif, quien buscando con la vista al alcalde para encomendarle sus quejas, así como tropezó con él, así le dijo: No creyera yo que donde estáis vos tomara, en son de reprimenda, la palabra persona tan mezquina de condición como de menos valer por su ejercicio, y tanto más tratándose de agravio con persona de mi calidad.
Cerró la puerta, pasó al saloncito que estaba antes de su dormitorio y, volviéndose hacia el barón y mirándole: Y bien, ¿qué es lo que hay? dijo. Lo que hay, es que mataré a tu amante mañana por la mañana, eso es lo que hay. Ella juntó sus manos haciéndolas chocar con estrépito, y continuó mirándole, con los labios entreabiertos como excitando.
Dijo, y volviéndose del otro lado se fue aletargando. Poco después dormía profundamente. Después de contemplarle un rato, considerando que era cosa perdida, Salvador se retiró con el alma llena de tristeza. Pasaron tres días. Una mañana entró Salvador en su casa y halló a Doña Hermenegilda consternada, llorosa.
¿Qué decís de esto, eh, Dowlas? dijo el tabernero, volviéndose hacia el herrador que ardía de impaciencia por tomar la palabra . Ahí tenéis un buen problema para vos. El señor Dowlas era el espíritu escéptico de la reunión, y estaba orgulloso de ese título. ¿Lo que digo?
El público, que gusta de mostrar buen corazón después que han sucedido las desgracias, se levantó en masa, volviéndose iracundo contra el presidente, como si él fuese quien hubiera pegado las cornadas al Serranito. ¡Bárbaro, bárbaro, asesino! Agitaban frenéticos los puños y los bastones frente al palco presidencial, los ojos llameantes, los rostros demudados por la ira.
El año pasado, un día en que el señor se fue... La señora le rogó mucho que no la dejara sola... Pero él se marchó, y entonces la señora lloró mucho, mucho, y habló de la muerte... Cuando el señor volvió, yo le dije que tuviera cuidado con lo que ella pudiera hacer. ¿Qué tiene usted que contestar a esto? dijo con frialdad Ferpierre, volviéndose hacia el Príncipe y mirándolo fijamente.
Palabra del Dia
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