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Actualizado: 22 de octubre de 2025
No olvidaría Frasquito, si mil años viviese, aquella grandiosa fiesta, a la que asistió de bandido calabrés. Y se acordaba de todos, absolutamente de todos los trajes, y los describía y especificaba, sin olvidar cintajo ni galón.
Los conozco lo mismo que si viviese con ellos, porque justamente la que les cose es hermana de una amiga mía íntima. Avaros, miserables como la sarna. La madre y el tío son capaces de llorarle a uno el agua que bebe; el padre no es tan cutre, pero es un infeliz; lo tienen dominado, y pide permiso a su mujer cuando corta pan del mollete.
No tenía Doña Paca habitación para él, y aun acomodarle en el pasillo habría sido difícil, por estar lleno de plantas tropicales y alpestres; además, no era pertinente ni decoroso que un señor reputado por elegante y algo calavera, viviese en compañía de cuatro mujeres solas, tres de las cuales eran jóvenes y bonitas.
En mi vida había leído una novela, y caí en un éxtasis, en un arrobamiento de que no podría dar idea. Aunque viviese novecientos sesenta y nueve años como el buen Matusalém, no olvidaría jamás la impresión que me hizo la lectura de La linda joven de Perth.
Febrer quiso mirar el reloj, pero sus manos no obedecían a su voluntad. Ya no brillaba en la sombra la punta rojiza del cigarro. Su cabeza había acabado por caer sobre la almohada; sus ojos se cerraron: oyó gritos de reto, tiros, maldiciones, pero esto fue en un estado anormal, como si viviese en otro mundo, donde los insultos y los ataques no despertaban su sensibilidad.
Si yo acepto tu amor, sé lo que esto significa inmediatamente, tal vez antes de que salga un nuevo sol. ¿Puedes imaginarte tal cosa?... Mi hijo, que no sé dónde está, que tal vez ha muerto, que por lo menos sufre en este momento lo que una mendiga no permitiría que sufriese un hijo suyo, y yo, mientras tanto, entregándome á un gran amor, á una pasión de esas que devoran los días y el pensamiento entero, como si aún viviese en la primera juventud, ¡ah, no!... ¡qué vergüenza!
Desengañónos un moro, Y vimos en un instante El imposible posible, Y lo posible alejarse. Casámonos de secreto; Pero, en gloria semejante, Que se partiese a Coín Mandó Almanzor a Zoraide, Y que a mí, mientras viviese, Otro Alcaide me dejase En Cartama, donde he estado Ausente del bien que sabes. Lloramos nuestra partida, Y partiendo, si se parte, Concertamos que en ausencia De su padre me llamase.
«Sí, bien encendido tenía el suyo Ana; no más, no más ídolos en la tierra. Amar a Dios, a Dios por conducto de la santa, de la adorada heroína de tantas hazañas del espíritu, de tantas victorias sobre la carne». Pensando en ella sentía a veces punzante deseo de haber vivido en tiempo de Santa Teresa; o si no: ¡qué placer celestial si ella viviese ahora!
El capitan Garay hecha tenia A Juan Ortiz la casa en que viviese, Y cada cual la suya se hacia, Por tener un rincon dó se metiese. El Juan Ortiz en este proveia, Que de hoy en adelante se dijese Y nombrase Vizcaya el Argentino; ¡Mirad el ambicion del Vizcayno!
Castro le veía aún, como si asomase su cabeza por una ventana del bar; vería tal vez mientras viviese el pergamino blancuzco de su cara, tirante sobre las aristas de los pómulos; la barba roja colgando de sus mandíbulas, como si fuese postiza, y sobre todo, sus ojos sarcásticos, insolentes, de un color verde turbio, igual al de las ostras.
Palabra del Dia
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