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Es que aquí no se les persigue y, al contrario, cuando están las muchachas les echan montones de alpiste y de maíz de guinea por todas partes. ¡Qué lindo es eso! Aquí todo es lindo, ché, hay que convencerse, y si no fuera que la estancia queda tan lejos de Buenos Aires, yo me vendría a vivir a ella para siempre. ¿Y qué te lo impide?... Al fin tu empleo no te da gran cosa.

Pensaba la infeliz que, devorando sus quejidos y tapando con sonrisas forzadas la expresión de sus tristezas, y con drogas y menjurjes el color de la agonía y las arrugas de los años y de las zarpadas de la enfermedad, ni ésta avanzaba ni las gentes la velan; sin caer, o mejor dicho, no queriendo caer en la cuenta de que aquellos esfuerzos del ánimo, con aquel vivir sin sosiego, eran a sus males lo que el combustible a la hoguera: cebo que los alimentaba y los embravecía.

Se mantienen con los codos apretados para que nadie pueda entrar en su grupo. Recuerdan a los pingüinos del Polo Sur, esos pájaros bobos que sólo pueden vivir ala con ala formando filas en las aristas de las rocas.

Lo indudable es que los hijos de Witiza, i otros nobles ofendidos de la usurpacion del trono godo hecha por Rodrigo, de la crueldad de su gobierno i de su mal vivir, pasaron á Africa, con propósito de solicitar vivamente de Muza la entrada de tropas árabes en España.

De decir que, este verano, unos marineros me pidieron en mi pueblo nada menos que un grupo escolar; aquellas gentes sencillas sabían que yo vivía en Madrid y no concebían que pudiese vivir de otra cosa más que de ministro, lo que, después de todo, demostraba cierta lógica.

Más de uno comía del mendrugo que hurtaba su paje, y suspiraba con digna tristeza, bajo la capa, al aspirar, de paso, el sabroso calor de las pastelerías. El estudiante imitó, para vivir, los ardides perrunos. Sus piernas de lebrel eran el terror del comercio. Fue entonces el glorioso tiempo de la olla común. Los conventos se hincharon de monjes; sus porterías, de sopistas.

En una petición que los Jurados de Sevilla dirigieron al Concejo, en 14 de Septiembre de 1461, después de exponer los graves males que resultaban del excesivo número de rufianes y mujeres de mal vivir, de cuyo trato se seguían todo género de delitos y cuyo mal ejemplo propagábase á los buenos, decían aquéllos, que eran aquéllos tan excesivos «que las gentes que en sosiego desean beuir andan espantadas e dizen asy que les conuiene vna de dos o ser como aquellos por se defender de los malos o despoblar la tierra e yr buscar donde biuan en sosiego

Me dijo, recriminándome, que mi nombre le había dado muy poca suerte; su finca de Ilo-Ilo marchaba mal; sin duda no sabía administrarla. Su carácter inquieto no le dejaba vivir. Era un hombre borracho y nervioso. Muchas veces pensé si estaría loco, tales eran sus gestos y sus arrebatos.

Estando de esta manera medio fuera de , pero siempre obstinada en sus pecados, fué avisado el P. Misionero del grave peligro de la enferma, mas no de la causa, y mucho menos de su mal vivir; la primera diligencia del Padre fué ajustar las cosas del alma de aquella infeliz; y viendo que estaba ya cercana su muerte, le administró los Últimos Sacramentos; y llegándose para decirla alguna palabra de Dios, se hacía sorda; y fijando los ojos en un lugar, se procuraba descubrir, llamando y convidando á los amigos con quienes había vivido mal, y haciendo los mismos ademanes y feos movimientos que cuando estaba sana.

Pues ahora es la ocasión, porque empezáis á vivir replicó con audacia tranquila el carpintero. eres un hombre formal, sabes trabajar y harás feliz á mi Pepa. Cuando yo me casé tenía solamente... Frasquito no le dejó concluir. Con ademanes descompuestos, echando casi espumarajos por la boca, profirió: Lo que ha hecho usted es engañarme como un charrán.