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Tomamos un sorbo de cerveza, miramos á nuestro alrededor, principiamos á contar las luces, aunque no pudimos terminar; cruzamos algunas palabras sobre el viso dramático que los franceses saben dar alas cosas, sobre esa habilidad fascinadora que sabe hacer bonito, muy bonito, lo que es realmente feo, muy feo; sobre ese instinto trastornador que convierte la realidad en apariencia, y la apariencia en realidad, ofuscándonos de tal modo, que casi llegamos á perder el conocimiento natural de lo que es bueno y de lo que es malo; discurríamos, vuelvo á decir, sobre el particular, cuando el clamoreo confuso y prolongado de la multitud que circuye la barrera, vino á noticiarnos que la hora del concierto se aproximaba.

Me acuerdo que cuando viajaba en tiempo de mi juventud, me encontre en una noche semejante en el recinto del Coliseo en medio de todo lo que nos queda de mas grande de la ciudad de Romulo. Un viso sombrio oscurecia el ramage de los arboles que crecen sobre los arcos arruinados, y las estrellas brillaban al traves de las grietas que presentaban aquellas ruinas.

Nadie sabía de qué vivía: suponíansele algunas rentas. Frecuentaba todos los salones de algún viso de la corte y se sentaba a las mesas mejor provistas. Sus títulos para ello eran los de pasar por hombre de animada y chispeante conversación, ingenioso y agradable.

En cambio, las manos de esta Pepita, que parecen casi diáfanas como el alabastro, si bien con leves tintas rosadas, donde cree uno ver circular la sangre pura y sutil, que da a sus venas un ligero viso azul; estas manos, digo, de dedos afilados y de sin par corrección de dibujo, parecen el símbolo del imperio mágico, del dominio misterioso que tiene y ejerce el espíritu humano, sin fuerza material, sobre todas las cosas visibles que han sido inmediatamente creadas por Dios y que por medio del hombre Dios completa y mejora.

Sus compras no eran generalmente más que de retales, pedacitos o alguna tela anticuada, para hacer combinaciones con lo bueno que ella tenía en su casa, y refundir lo viejo dándole viso y representación de novedad. Pero un día vio en casa de Sobrino Hermanos una manteleta... ¡qué pieza, qué manzana de Eva!

Al dejar el fuerte de Beira, el rio Iténes ó Guaporé tiene cerca de media legua de ancho; sus aguas claras, pero de viso negruzco, corren con lentitud por entre bosques magníficos y de un aspecto mas bien salvage que pintoresco. La naturaleza en este parage es demasiado grande y magestuosa para que puedan comprenderse sus detalles.

Agora, señores, del rei que de viso Fué maravilloso el su finamento; Pues fué en el dia de su nascimiento Del fijo de Dios que está en paraiso, El cual rescibiólo con placer é riso Con gesto amoroso, segunt que yo siento: De todo él ovo buen merescimiento. Dios le gloria pues que así lo quiso.

Tiene la oreja empedernida y algo vidriosa; este viso cárdeno es mayor por detrás de la misma oreja, y se va extendiendo, aunque más apagado, por entre un cabello claro y flojo, como si aquella carne que se desorganiza no tuviese vigor para sujetar la cabellera. Mi mujer se cubrió los ojos, y exclamó aterrada: no quiero ver más, no puedo estar aquí, y salió precipitadamente de la galería.

Dábanle aspecto de dureza el pronunciado ceño, que fruncía involuntariamente, y un viso oscuro que le quedaba por lo fuerte de la barba, aún recién afeitada. Parecía hombre sujeto a sensaciones tardías, pero intensas y durables, pronto a convertir la firmeza en obstinación y la frialdad en violencia.

Un villavejano de viso se encogerá de hombros al ver cómo se le hunde medio tejado, y perderá el sueño si aquella misma noche se le ha demostrado en el Casino que su levisac atrasa más de dos temporadas en el reló de la última moda. ¡Oh! en éste y otros parecidos asuntos son terribles los villavejanos, sobre todo las hembras.