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Actualizado: 12 de julio de 2025


Y, cuando la miré con más atención, me parecía que se ponía a dar vueltas lanzando una cascada de chispas, como una verdadera girándula. Vamos, ahora vas a ponerte a tener visiones me dije; y traté de recobrar las fuerzas paseándome por el cuarto. Pero tuve que apoyarme a los respaldos de las sillas, de tal modo me tambaleaba. La respiración me faltaba.

Si ha de ir de noche á algun lugar, y se le ha dicho que sale una fantasma, cada sombra, cada ruido, cada mata le parece que lo es, y que ha de tragarle, cosa que dura aun en los adultos, si no regulan el juicio, y con él moderan la pasion del miedo: las visiones y apariciones de Almas, de Duendes y Fantasmas no son otra cosa que apariencias de la fantasía alterada con la pasion del miedo, del espanto, ú otras pasiones, á quienes se junta las mas veces la enfermedad, y siempre la ignorancia.

No podía sosegar; tenía ahora más miedo que en los primeros años de casamiento, cuando las corridas eran para ella como pedazos de existencia que le arrancaban la inquietud y la temerosa espera. Le decía el corazón, con ese instinto femenil pocas veces erróneo en sus temores, que iba a ocurrir algo grave. Apenas dormía; pensaba con miedo en las horas de la noche cortadas por sangrientas visiones.

D. Felicísimo prorrumpió en risas, diciendo: ¡Qué cabezas pone un vaso de vino! ¡Vaya un par de camaradas!... El uno ve visiones, y el otro oye terremotos.... Abur, abur. Hasta mañana. Cuando se fueron, D. Felicísimo se quedó solo.

Vivió la beata mucho tiempo de ésta tan torcida manera y sin apartarse del mal camino, siendo muy frecuente en ella las visiones y los transportes, los cuales le acometían con frecuencia, causando la mayor admiración en cuantos la rodeaban y que quedaban suspensos de verla revolverse por los suelos, dar grandes gritos, agitarse toda y sufrir las mayores crueldades.

Verdad que no acababa de aborrecerla, quiere decirse, que la aborrecía y me gustaba... cosa rara, ¿verdad? Ahora seremos amigas, crea usted que seremos amigas... ¿Lo duda usted? ¿Cómo he de dudar eso, criatura? Es que usted parece como que se sonríe un poquitín, cuando me lo oye decir. Está usted viendo visiones. Bueno va...

Han creído que llevaban en una mano la férula del progreso y la antorcha de la razón en la otra, y que iban arrollando con ellas cuantas creencias y poesía se les paraban delante, despejando el mundo de visiones y de fantasmas para que sólo quedase en él la realidad monda y escueta.

Tan embebido me hallaba en este linaje de visiones, que ni siquiera me enteraba de los informes que iba dándome mi tío sobre cada cosa de las principales del cuadro.

Y en el fondo de su corazón nació un gran respeto a par que una inmensa gratitud hacia aquella piadosa mujer, que le libertaba de las garras del demonio. Escuchó con atención el prolijo relato de sus visiones, y armado de santa emulación emprendió de nuevo con más ardor, si no con más fe, el camino de las mortificaciones, que había abandonado mientras gimió en la servidumbre de la duda.

Y un día Emilia y Juan José Castaño vieron entrar en su casa a la gran Isidora elegantemente vestida de negro, con un lujo, con un señorío, con un empaque tal, que ambos esposos se quedaron perplejos, como quien ve visiones, y no acertaron a contestar a sus primeras preguntas.

Palabra del Dia

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