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Acordóse el tío Frasquito de Matilde y Malek-Adhel, y se sintió enternecido; la emoción le produjo un golpe de tos violentísimo, que fue necesario calmar con tres caramelos de malvavisco. Porque Jacobo había acudido a él de nuevo en demanda de auxilio y abiértole su corazón hasta lo más recóndito. Era singular lo que por él pasaba, y en vano había intentado explicárselo.

Una mañana de los últimos días de Diciembre, Isabel Cordero, hallándose en el comedor de su casa, cayó redonda al suelo como herida de un rayo. Acometida de violentísimo ataque cerebral, falleció aquella misma noche, rodeada de su marido y de sus consternados y amantes hijos. No recobró el conocimiento después del ataque, no dijo esta boca es mía, ni se quejó.

Crió a una sobrina, a quien quiso a su manera, que era un amor entreverado de pescozones y exigencias. La tal sobrina casó con Rufete, resultando de esta unión una desgraciada familia y el violentísimo odio que la Sanguijuelera profesaba a todos los Rufetes nacidos y por nacer.

Ella temía la desvergüenza del fraile, y el fraile el genio violentísimo de ella. De este miedo mutuo nacía el que se tratasen por lo común con extremada finura y con el comedimiento más exquisito y circunspecto, á fin de no terminar cualquier coloquio en pelea ó disputa.

A continuación de los disparos había sentido un choque en el pie derecho, un choque violentísimo, mucho más doloroso que un pisotón, y que agitó con estremecimientos de suplicio toda la sensibilidad de esta parte de su cuerpo. Estaba herido, y su inquietud fue en aumento al mirarse el pie y no ver en él señal alguna de perforación ni goteo de sangre.

Ambos cayeron a la vez en un espasmo violentísimo de risa. ¡Pero eso es un absurdo! profirió al cabo con trabajo D. Pantaleón. ¡Ahí verá usted! repuso Moreno quitándose las gafas para limpiar los cristales, que se habían empañado con el vapor de las lágrimas producidas por la risa. ¿Y usted se ha resignado con tal fallo?

Para colmo de desventuras, se le ha muerto poco antes su hermana la jorobada, descubriendo su violentísimo amor por el hombre que había abusado de Lully por sorpresa.

El lector se pregunta: ¿se hubiera suicidado Isaac si cobra el dinero del monumento a Legazpi, o hubiera sufrido mejor con el dinero los desdenes de su mujer? ¿Si triunfa en el Ayuntamiento y después en las elecciones de diputados, no se hubiera resignado a vivir? ¿Si los críticos hubieran sido justos o muy benévolos y no hubieran señalado defecto alguno en sus obras, ensalzándolas sin reparo, no hubiera sido grande su consolación y sobrado eficaz para quitarle del pensamiento el violentísimo propósito de destruir lo que había hecho y de matarse en seguida?

En aquel instante un golpe violentísimo hizo saltar el pestillo de la puerta. Batió ésta con estrépito contra la pared. Escuchose un grito extraño, desgarrador; y unas manos crispadas se agarraron como tenazas a la garganta del fisiólogo.