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Actualizado: 3 de junio de 2025
Buscaron flores naturales; mas no hallándolas, por ser tan impropia de ellas la estación, tejieron una linda corona con flores de tela, escogiendo las más bonitas y las que más se parecían á verdaderas rosas frescas traídas del jardín. Un hombre antipático trajo una caja algo mayor que la de un violín, forrada de seda azul con galones de plata, y por dentro guarnecida de raso blanco.
Pero antes, al pasar junto a la casa donde sonaba el violín, Barinaga, que venía hablando solo, se detuvo y calló. Se quitó el sombrero, que era verde, de figura de cono truncado, y alzando la cabeza escuchó con aire de inteligente. De vez en cuando hacía signos de aprobación.... «Conocía aquello; era la Traviata o el Miserere del Trovador, pero en fin cosa buena».
¡Enaguas! replicó la joven con el acento más despreciativo que pudo hallar. ¡Vamos, debe usted tener los ojos en el cogote para confundir enaguas con chambras! Timoteo quedó anonadado. Apenas pudo murmurar algunas frases de excusa. Y he aquí por qué el violín se quejaba tan amargamente hacía poco tiempo, por qué arrastraba las notas de un modo tan lamentable.
Nosotras, Ester Prynne, sabemos lo que eso significa. Pero, en realidad de verdad, no puedo resolverme á creer que ese sea el mismo hombre. He visto marchando detrás de la música á más de un eclesiástico que ha bailado conmigo cuando Alguien, que no quiero nombrar aquí, tocaba el violín, y que tal vez sea un hechicero indio ó un brujo laponés que nos saluda y estrecha las manos en otras ocasiones.
Compraron dulces para la niña, estuvieron un rato viendo bailar al son de la gaita; después se pararon delante de la giraldilla; por último, se fueron a donde sonaba el violín y el arpa, y tuvieron ocasión de ver entre las parejas a su hermano Pablo estrechando la cintura de la hermosa Ramona. Por cierto que, al advertir su presencia, el bizarro joven se inmutó un tanto.
Un momento después se oyen sus pasos en la escalera que conduce a la buhardilla. Cuando vuelve a entrar, echa tímidamente una mirada a Juan; después se sienta otra vez en su sitio, con los ojos bajos. De la aldea llegan gritos de alegría, aclamaciones con las cuales se mezclan las notas agudas del violín y los sonidos graves del contrabajo. ¿Iríais de buena gana, eh?
Eran, por regla general, modestos empleados que por el módico precio de la taza de café se regalaban con sus familias toda la noche escuchando al piano y al violín todas las sinfonías y todos los nocturnos habidos y por haber, conversaban, leían los periódicos y se daban tono de personas pudientes.
Cuando el señor lo dice... repuse muy fríamente. Diga usted que zí... Es una morena hasta allí..., con unos ojos como dos negros bozales..., ¡ham!, dispuestos a comérselo a uno... ¡Y unos andares..., que el suelo cruhe de gusto cuando se siente su taconeo!...¡Luego un arma que ni la de un violín... y más zentío que un miura!...
Mario y Carlota habían desaparecido, no corporalmente, pero sí en espíritu. Timoteo gemía y se lamentaba amargamente, por conducto de su violín, de que la niña menor de Sánchez se hubiese vuelto de espaldas y hablase tan animadamente con la señá Rafaela, sin cuidarse para nada del Día de sol ni de su intérprete.
Durante unos compases de espera, el primer violín, al mirar á la sala para reconocer á sus entusiastas, descubrió á Lubimoff, participando inmediatamente su sorpresa á los otros solistas. Todos le sonrieron, dedicándole con los ojos lo que surgía de sus instrumentos, y el público acabó por fijarse en este señor medio oculto que poco á poco iba atrayendo las miradas de la orquesta entera.
Palabra del Dia
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