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Actualizado: 30 de septiembre de 2025


Se reconocieron; y dijo al instante Leto: He andado buscándole a usted por todo Villavieja. Y yo venía dudando dijo a su vez el comandante , si colarme ahora en la botica para hablar con usted delante de don Adrián, o dejarle recado para que se viera conmigo en mi casa. ¿Luego tiene usted algo grave que decirme? observó Leto casi afónico y temblándole todas las entrañas.

»Tiénese, y tengo yo también, por causa principalísima de este mortecino estado de cosas, la inextinguible y tradicional enemiga que existe, como usted sabe, entre los Carreños de la Campada y los Vélez de la Costanilla, los dos principales barrios, según usted recordará, bajo y alto, respectivamente, de Villavieja.

Tuve dos hijos varones. En esto se armó lo de África; tentome un poco el patriotismo y otro poco la ambición; conseguí, bajo cuerda y sin que lo supiera mi mujer, que me mandaran allá; fuime, haciéndola creer que me obligaban a ello; volví de comandante acabada la guerra; destináronme a Barcelona con el regimiento a que pertenecía; y entre si me convenía más dejar aquí la familia o llevarla conmigo, enviudé; vilo todo de un solo color, y ese muy negro; disipáronse de repente todas mis ambiciones; pedí el retiro, concediéronmele, y quedéme en Villavieja donde había vivido muchos años, habían nacido mis hijos, y poseían, por herencia de su madre, media docena de tejas y cuatro terrones.

»Excuso decir a usted que en este rinconcito de Villavieja es donde mejor ha caído la noticia de la próxima venida de usted, no porque afirme que ha caído mal en otras partes, sino porque de la cordialidad con que le quiere a usted y a cuanto le pertenece este bonísimo sujeto, respondo con el pellejo, y no me atrevo a tanto con los demás.

En el mundo, señor don Alejandro, aquí, en este rinconcito de Villavieja, hay muchos ojos ¡caray! y muchas lenguas; no todos los ojos ven las cosas por una misma cara, ni todas las lenguas explican de un mismo modo lo que los ojos ven.

Aquélla de los aires puros... ¡Lo que yo la he ventoleado! Vamos, señor don Alejandro: hoy no da usted pie con bola, y todo lo mira del revés. ¡Decir que le ha fallado la máxima cuando acaba de cumplírsele al pie de la letra! ¿Qué pensamientos más nobles ni mejor colocados quiere usted en una mujer, que los que han infundido en Nieves los aires de Villavieja? Pero no son los que traía de Sevilla.

D. Felipe Analso de Miranda Ponce de Leon, natural de la villa de Grado en el Principado de Asturias, de la familia del Marqués de Valdecarza: estudió Jurisprudencia y Cánones en Salamanca, se hizo Bachiller en Cánones en la Universidad de Oviedo, y después Obispo de Teruel, habiendo tomado posesión en 8 de Noviembre de 1720; en los primeros años de su Pontificado trató de construir un Seminario conforme al Santo Concilio Tridentino y no siéndole posible por las dificultades que se presentaron, se contentó con fundar uno clerical, para instrucción de los que se dedicaban al estado eclesiástico; y al efecto fue construido el edificio en Villavieja; constantemente procuró con oportunas providencias la mejor instrucción del clero; decoró todos los templos de Teruel; contribuyó con sus caudales para la erección de una capilla dedicada a San Francisco de Paula en la Iglesia de San Andrés; fue muy limosnero, y consagró al Obispo de Albarracin Don Juan Navarro y Alonso: murió en 20 de Agosto de 1731 y fue sepultado en la Iglesia de Santa Teresa.

Entendió la mímica Tinito el sabio; y metiendo nuevamente los ojos por el papel, volvió a su interrumpida lectura y al registro campanudo de su voz: «Nuestros ideales... Sal de tu sueño letárgico; despierta ya, ¡oh, Villavieja, pueblo fósil, merecedor de más honrosos destinos!... ¡Despierta y sacude la ignominia de tu mortaja enmohecida por la lobreguez insana de tres siglos de barbarie! ¡Despierta, levántate y contémplate!

»Pero donde hay que verle es en su balandro primoroso, regalo de un inglés espléndido que vivió en Villavieja dos años, y llegó a entusiasmarse con las raras prendas de este chico. ¡Allí que es otro hombre, Virtudes! Allí no conoce a nadie, ni se intimida por nada.

Para que todo fuera contrapuesto y antagónico en estas dos dinastías de Villavieja, hasta en el arte y la traza andaba la una al revés de la otra. Ya se ha visto que los Vélez eran largos, huesudos, blancos, solemnes y fríos como estatuas sepulcrales. De estilo y de educación, como de estampa y de pelo.

Palabra del Dia

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