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Actualizado: 11 de octubre de 2025


En esto entró Juan, y él y su pariente se dieron los abrazos de ordenanza. Para ponerse a almorzar no faltaba más que Villalonga. «¿Pero qué? dijo el Delfín , ¿le esperamos? Sabe Dios a qué hora vendrá. Anoche se retiraría a las tres de la tertulia del Ministro de la Gobernación, y estará todavía en la cama».

«Oye le dijo en secreto Guillermina, deteniéndola, y ambas se miraban con picardía; con veinte duros que le sonsaques hay bastante». iii «En Bolsa no se supo nada. Yo lo supe en el Bolsín a las diez dijo Villalonga . Fui al Casino a llevar la noticia. Cuando volví al Bolsín, se estaba haciendo el consolidado a 20. Lo hemos de ver a 10, señores dijo el marqués de Casa-Muñoz en tono de Hamlet.

Por la mañana, mientras Barbarita y Plácido andaban por esas calles de tienda en tienda, entregados al deleite de las compras precursoras de Navidad, Jacinta salió acompañada de Guillermina. Había dejado a su esposo con Villalonga, después de enjaretarle la mentirilla de que iba a la Virgen de la Paloma a oír una misa que había prometido.

En buen apuro me vi, camaraíta dijo Villalonga conteniendo la risa . ¿Se enteraría? Pues verás; otro detalle. Llevaba unos pendientes de turquesas, que eran la gracia divina sobre aquel cutis moreno pálido. ¡Ay, qué orejitas de Dios y qué turquesas! Te las hubieras comido. Cuando les vimos levantarse, nos propusimos seguir a la pareja para averiguar dónde vivía.

Sus temores de marras empezaban a condensarse, y atando cabos y observando pormenores, trataba de personalizar las distracciones de su marido. Pensaba primero en la institutriz de las niñas de Casa-Muñoz, por ciertas cosillas que había visto casualmente, y dos o tres frases, cazadas al vuelo, de una conversación de Juan con su confidente Villalonga.

«Pues mire usted dijo Villalonga : las casas serán todo lo malas que usted quiera; pero hay en las del extranjero una costumbre que maldita la gracia que tiene. Me refiero a la falta de maderas en los balcones y ventanas, por lo cual entra la luz desde que Dios amanece, y no puede usted pegar los ojos». ¿Pero usted cree que por allá hay alguien que se esté durmiendo hasta el medio día?

El día que no había comida de campo había cena en la casa hasta la madrugada. La vecindad estaba escandalizada. La policía rondaba. Villalonga y yo como dos insensatos... ¡Ay, qué par de apuntes!... Pero hijo, está lloviendo... a me ha caído una gota en la punta de la nariz... ¿Ves?... Aprisita, que nos mojamos.

No cursaban todos el mismo año, y aunque se reunían en la cátedra de Camús, separábanse en la de Derecho Romano: el chico de Santa Cruz era discípulo de Novar, y Villalonga de Coronado.

Pues nada; que tenía que esconderme para comer a mi gusto. ¿Y cuando me sermoneaba porque no tengo ese aire de francesa que tiene la Antoñita, esa que está con Villalonga, y otra que llaman Sofía la Ferrolana? «Hasta en la manera de sentarse se diferencian de ti me decía . Fíjate bien en aquel aire de abandono o de viveza según los casos; en aquella gracia, en aquel modo de andar por la calle.

La mejoría se acentuó tanto, que D. Evaristo atreviose a salir de noche, y lo primero que hizo fue ir en busca de Juan Pablo. No le encontró en el Suizo Viejo. Allí estaban Villalonga, Juanito Santa Cruz, Zalamero, Severiano Rodríguez, el médico Moreno Rubio, Sánchez Botín, Joaquín Pez y otros que tenían constituida la más ingeniosa y regocijada peña que en los cafés de Madrid ha existido.

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