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Actualizado: 12 de julio de 2025
Pues ¡cuantos no había detrás de las vidrieras en las casas inmediatas, mirándole y admirándole? Y en estas ilusiones, media hora larga; y la gente en la iglesia. En esto apareció Leto en la bocacalle inmediata a la botica. Se le pasó la de ocho corriendo el temporal desaforado en el cuartuco de la trastienda.
Quedó solo Barinaga en la calle, y el Magistral arriba, detrás de las vidrieras entreabiertas, sin perder de vista al que ya llamaba para sus adentros su víctima.... Don Santos volvió a su monólogo, interrumpido por entorpecimientos del estómago y por las dificultades de la lengua.
La naturaleza continuó su obra creadora, insensible a las locuras de los hombres; pero éstos no amaron otras flores que las que transparentaban la luz en las vidrieras de las ojivas, ni admiraron más árboles que las palmeras de piedra que sostenían las bóvedas de las catedrales.
Yo, realmente repuso Maximiliano con serenidad, que más le asombró a él mismo que a doña Lupe , no me he sofocado... yo estoy tranquilo, porque mi conciencia... Aquí se volvió a embarullar. Doña Lupe no le dio tiempo a desenvolverse porque se metió en la alcoba, cerrando las vidrieras. Desde el gabinete la sintió Maximiliano trasteando. Guardaba el dinero.
A los lados de la popa del pontón, en las aristas, había chaflanes con vidrieras llenas de adornos barrocos. A esta clase de chaflanes llamaban en los navios antiguos los jardines. No había manera de pasar por encima de ellos. Dame la lima me dijo Ugarte. Se la di.
Las labores delicadas, como costura y bordados, de que había taller en la casa, eran las que menos agradaban a Fortunata, que tenía poca afición a los primores de aguja y los dedos muy torpes. Más le agradaba que la mandaran lavar, brochar los pisos de baldosín, limpiar las vidrieras y otros menesteres propios de criadas de escalera abajo.
Eso no es exacto, ni siquiera una razón en favor de los velos. Si á mí no me gustan tampoco; pero la moda.... ¿Qué está usté mirando con tanto empeño por las vidrieras? ¿Por qué se ha puesto usted tan colorada? ¿Yo? ¡Jesús!... Puede que sea usté capaz de creer que es por ese chico que está en el portal de enfrente. Eso se llama curarse en sana salud.
Escuché entonces algunos golpecitos como dados en un cristal. Alcé los ojos, y vi pegado a las vidrieras de la puerta de la alcoba el rostro sonriente de Gloria. Con la agradable sorpresa que puede imaginarse me dirigí rápidamente allá; pero se retiró, poniendo un dedo en los labios, y no volví a verla.
Al abrir el duque la puerta del camarín, retrocedió y tembló. Sintió pavor á impulsos de una impresión supersticiosa. Sentado en el sillón del duque, arreglando unos papeles, estaba el tío Manolillo. El camarín no tenía más entrada que aquella por donde había ido el duque: una reja le daba luz, y aquella reja tenía vidrieras de colores.
A la puerta de la sacristía, un farolillo encendido proyectaba vagos resplandores en una de las naves. El resto del edificio estaba sumido en la obscuridad, y apenas caía de las altas vidrieras la claridad suficiente para impedirme tropezar en los anchos pilares.
Palabra del Dia
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