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Actualizado: 12 de julio de 2025
Por las tardes, la respetable asamblea discutía sus aficiones: caballos, mujeres y perros de caza. La conversación no tenía otros temas. Escasos periódicos en las mesas, y en lo más oscuro de la secretaría un armario con libros de lomos dorados y chillones cuyas vidrieras no se abrían nunca. Salvatierra llamaba a esta sociedad de ricos el «Ateneo Marroquí».
¡Hermoso día! exclamaban las gentes de tierra, encaminándose á continuar los suspendidos negocios, ó frotándose las manos á la puerta del almacén, ó contemplando la naturaleza desde las entreabiertas vidrieras del gabinete.
Descienden del techo, cual si estuvieran suspendidas de elásticas y casi invisibles cuerdas, lámparas de oro, cuyas luces oscilantes no bastan a eclipsar el diáfano colorido de las vidrieras, que llenas de santos y figuras resplandecientes, parecen comunicar con el cielo el interior del templo.
Los hierros de la reja eran demasiado espesos para que pudiese haber entrado por ella el bufón, y las vidrieras estaban cerradas. Cierra y siéntate dijo el tío Manolillo al duque de Lerma . Aquí no puede oírnos ni vernos nadie. Eres mi secretario, duque. ¿Qué significa esto? exclamó Lerma ; ¿en qué poder confiáis para atreveros á tanto? Es singular, singularísimo tu orgullo, duque.
La calle se cubrió de paraguas. El Magistral, que espiaba detrás de las vidrieras de su despacho, vio un fondo negro y pardo; y de repente, como si se alzase sobre un pavés, apareció por encima de todo una caja negra, estrecha y larga, que al salir de la tienda se inclinó hacia adelante y se detuvo como vacilando. Era don Santos que salía por última vez de su casa.
Arriba, en las habitaciones, un lujo ultramoderno, frío y glacial á la vista, con paredes blancas y vidrieras de pequeños rectángulos, exasperaba á Desnoyers, que sentía entusiasmo por las tallas complicadas y los muebles ricos de su juventud. El mismo dirigió el arreglo de las numerosas piezas, que parecían siempre vacías.
Los murciélagos revoloteaban en las encrucijadas de las columnas, queriendo prolongar algunos instantes su posesión del templo, hasta que se filtrase por las vidrieras el primer rayo de sol. Pasaban volando sobre las cabezas de las devotas que, arrodilladas ante los altares, rezaban a gritos, satisfechas de estar en la catedral a aquella hora como en su propia casa.
Y el pobre Montiño tuvo que esperar más de tres horas, esto es, desde las ocho hasta las once, sin atreverse á moverse del rincón de una de las vidrieras de los balcones de la celda donde se había pegado, viendo cómo caía el agua continua sobre la tierra de la huerta. El ver llover da tristeza. El cocinero mayor, que tenía más de un motivo para estar triste, se puso más triste aún.
Y la dejó en el rincón, con unos paquetes de cartuchos enmohecidos por la humedad y cubiertos de telarañas. Al cerrar la noche borrábanse en lo alto los colores de las vidrieras, y en la obscuridad de las naves comenzaban a brillar, como estrellas macilentas, las luces de las lámparas. Se perdían las proporciones del templo.
Se marcaban con toda su elegante y atrevida esbeltez las ochenta y ocho pilastras robustos haces de columnas que suben audazmente cortando el espacio, blancos como si fuesen de nieve solidificada, y esparcen y entrecruzan sus nervios para sostener las bóvedas. En lo alto se abrían los grandes ventanales, con sus vidrieras que parecen jardines mágicos cubiertos de flores de luz.
Palabra del Dia
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