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Actualizado: 7 de julio de 2025
A ti, con tu amor filial y tu virginal castidad, no se te había ocurrido pensar nunca en esto, y ahora piensas en ello por primera vez, según me revela tu rostro meditabundo. Cuanto más medites acerca de esta cuestión, más claramente verás que estoy en lo cierto, y que cuando viajan tres juntos siempre hay por lo menos dos que se aburren.
Estos buques abandonados por a o por b, navegan obstinadamente a favor de las corrientes o del viento, si tienen las velas desplegadas. Recorren así los mares, cambiando caprichosamente de rumbo. No pocos de los vapores que un buen día no llegaron a puerto, han tropezado en su camino con uno de estos buques silenciosos que viajan por su cuenta. Siempre hay probabilidad de hallarlos, a cada minuto.
Los franceses no vienen jamás... Esos no viajan... ¿Para qué venir, por otra parte, á este endiablado país? ¡El establecimiento! ¡Los campos penitenciarios! ¡Bonito espectáculo! En fin, cada uno su gusto... Echó una ojeada á la carta y continuó: Está usted haciendo un estudio comparativo del régimen penal de las naciones europeas... ¡Ingrato trabajo!
Indudablemente ha sido larguísimo, si lo juzgamos por las enormes rocas que transportan hoy los ventisqueros y cuyo andar se ha medido. Algunos de esos peñascos que viajan han adquirido celebridad por las observaciones de los sabios y se los ve con gusto, como si de amigos se tratara.
Por un lado parecen la matriz profunda de un mundo de seres vivientes, su suave y apacible cuna; por otra constituyen el centro y vehículo de las tempestades: los vientos, las trombas viajan á la superficie. Tanta dulzura, tanto furor, ¿acaso no es un contrasentido? No: esto prueba únicamente que el furor sólo turba la parte de afuera, las capas externas, poco profundas.
Hubiera querido disimular el bienestar de su casa, y a veces sentía impulsos de extravagantes humoradas, ansia de ocultar su facilidad de logro, a semejanza de esos príncipes que viajan de riguroso incógnito para agradecer la simpatía que inspiren y oír el lenguaje de la franqueza. «El mejor traje solía decir es el que más disimula lo que cuesta.»
El aspecto salvage, pero variado, de estas soledades, no carece de cierta grandeza. A un lado, el tinte verdinegro de las selvas, las sinuosidades multiplicadas del rio, las tropas de monos, los numerosos bufeos que viajan á par de las canoas, y al otro la muchedumbre de pájaros ribereños y terrestres, animan el paisage haciéndolo mas interesante.
En los coches viajan sólo los poderosos: las galeras eran el carruaje de la clase acomodada; viajaban en ellas los empleados que iban a tomar posesión de su destino, los corregidores que mudaban de vara: los carromatos y las acémilas estaban reservadas a las mujeres de militares, a los estudiantes, a los predicadores cuyo convento no les proporcionaba mula propia.
Los que viajan en las montañas tienen siempre un sentimiento de gratitud a la mula, cuyo esfuerzo y vigilancia contribuyen, en su vanidad, al respeto y cariño por la vida del hombre que conducen. No podría la mula contestarles, como el marinero de Shakespeare: None than I love more than myself? .
Y todo patrón, y todos los que viajan en naves, y marineros, y todos los que trabajan en el mar, se estuvieron lejos; 18 y viendo el humo de su incendio, dieron voces, diciendo: ¿Cuál era semejante a esta gran ciudad?
Palabra del Dia
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