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Miraban el horizonte como si esperasen ver tierra. ¡América! ¡Pronto verían América!... El doctor hablaba de esto con cierta emoción. Hacía días que el buque costeaba su amado continente, pero de muy lejos. Ahora se aproximaba a él, pero no se vería tierra hasta muy entrada la noche... Y a la mañana siguiente, la bahía de Río Janeiro.

Y las varoniles doncellas se mostraban tristes, resignándose á una larga inmovilidad en la que sólo verían de lejos á los hermosos militares, mientras aguantaban un chaparrón interminable de versos. Al ver entrar al poeta laureado, corrió inmediatamente á su encuentro el gran Momaren.

Pero el que allí predominaba, por su desfachatez y su audacia, era Quilito; como su padre estaba empleado en un Ministerio, y debía conocer al dedillo los secretos políticos, hacíase él sabedor de noticias gravísimas, que iban a influir de manera formidable sobre la plaza; ¡ya verían a dónde llegaba el oro!

Quiero irme para no verte, para olvidarte... porque te odio, ¡te aborrezco!... Luego, agregó en tono de regaño: Vaya usted a la sala: vaya usted a saludar al señor cura. Ya preguntó por usted. ¿Preguntó por ? ; quiere conocer esta buena alhaja. Y cambiando de acento, festiva y urgente: ¡Anda, anda! Te verían entrar y dirán que estás aquí, charlando conmigo. Déjame, que deseo acabar.

Entregó la esquela a Pierrepont, conviniendo con él en que al día siguiente se verían en una de las avenidas de los Grenets después de la entrevista con Beatriz.

Si la Tierra permaneciera en la posición T, conservando el movimiento sobre su eje, se verían siempre, desde uno ú otro de los hemisferios de nuestro planeta las mismas estrellas y las mismas regiones del cielo. Una estrella dada saldría, pasaría por el meridiano, y se pondría uniformemente á las mismas horas, en la sucesión de las noches.

Al entrar al fin en la última calle, ya tenía el niño la mano en la llave de la portezuela, dispuesto a abrirla, asomando al mismo tiempo la carita, porque de seguro estarían esperándole en algún balcón su padre, su madre, o Lilí, o quizá los tres juntos... Ya les enseñaría él desde allí abajo los premios, y creerían que no era más que uno, y verían luego que eran cinco y dos excelencias. ¡Qué risa entonces!... Pero los balcones estaban todos cerrados, y no se veía en ellos alma viviente.

A ser entera, se verían perfectamente los lamparones de su levita añeja, la grasa de su camisa y las greñas de la melena, dado que los agujeros de las botas y los hilachos del pantalón, en modo alguno podían ser vistos a causa de la barandilla del palco. Pero todo lo sabían de memoria los vecinos de Sarrió, por tropezarle harto a menudo en la calle y los cafés.

Un millón, de los muchos que tenía, hubiera dado él por una victoria así. Ahora verían quién era más bruto. Guiñaba los ojos a todos, reía satisfecho, frotaba las manos. ¡Qué callada! ¡qué callada! Orgaz, solemnemente, buscó avena con h. No pareció. Será que la busca usted con b; búsquela usted con v de corazón. Nada, señor Ronzal, no parece.

Finalmente, quedaron en que de allí a ocho días se verían en aquel mismo lugar, donde él vendría a dar cuenta del término en que sus negocios estaban, y ellas habrían tenido tiempo de informarse de la verdad que les había dicho.